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La disputa por la Antártica

3 de junio de 2024
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La disputa por la Antártica

El Mostrador, 1 de junio 2024

En una época en que hay potencias revisionistas que colocan en duda el orden global y las reglas que nos han gobernado los últimos 80 años, es muy posible que tratados como el Antártico puedan perder fuerza y necesitemos de la fuerza para defender lo que es nuestro.

La Antártica ha estado en las noticias y es muy posible que lo siga estando, ya que desde hace un tiempo ha pasado a ser objeto de deseo declarado de más de alguna potencia, lo que se suma a que nuestros vecinos transandinos, desde hace varios años, están colocando lo austral y lo antártico como su objetivo nacional de mayor importancia, no importando si está a cargo la izquierda kirchnerista o bien los libertarios de Milei.

En eso los argentinos no se enredan y, como bien dijo una nueva amiga mía, el progresismo argentino –a diferencia del chileno– tiene claro el interés nacional, no cayendo en el juego de la hermandad latinoamericana y multilateralismo cuando se trata de territorios y soberanía. Por otro lado, Milei ha prometido que Argentina volverá a ser grande y potencia regional, con un particular interés en la recuperación de las islas del Atlántico Sur, que le dan proyección sobre la Antártica, y en el ejercicio de la soberanía en los espacios marítimos y terrestres que reclaman como suyos, como también en formas de ir corriendo las fronteras con Chile hacia el oeste, de modo que ellos tengan algo de proyección directa sobre la Antártica, porque la otra que dicen que es de ellos está en manos británicas.

Para entender mejor el tema hay que arrancar por el Tratado Antártico firmado en 1959 por 12 países, que incluye a Chile, que es de carácter indefinido y que está vigente desde 1961. Este regula, en su artículo 4, el tema de los derechos de soberanías y las reclamaciones territoriales sobre el continente helado, reconociendo expresamente los derechos y reclamaciones de los 7 que las tenían en forma previa (Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido) al firmar el tratado, protegiéndolos de forma tal que no permite nuevas reclamaciones o acciones que puedan alterar lo existente en forma previa a la firma.

A la fecha, el Tratado Antártico tiene 57 países que son partes de este, algunos de los cuales, como los Estados Unidos de Norteamérica o Rusia, se reservan el derecho de realizar reclamaciones, pero para que ello suceda se tendría que terminar o modificar el tratado, debido a lo indicado en el artículo 4. Otros, simplemente, dicen que la Antártica no es de nadie, y que los supuestos derechos soberanos y reclamaciones son puras fantasías.

Chile, al igual que otros países, busca establecer sus derechos o reclamaciones basado en su cercanía geográfica, presencia y actividad en terreno, y en derechos heredados. Lo mismo debería aplicar a Australia y Nueva Zelanda y, en lo que corresponde, al Reino Unido. Argentina, como se mencionó anteriormente, busca generar o fabricar la cercanía geográfica, presionando a su vecino del oeste, o bien asignándose por secretaría la propiedad de islas del Rey Carlos III.

Nosotros somos un buen ejemplo de lo anterior, ya que históricamente hemos cumplido con todos los requisitos, pero debemos tener el cuidado de no relajarnos en la materia por el hecho de que haya un tratado que supuestamente protege nuestros intereses soberanos.

Si decimos que Chile arranca en Arica y termina en el Polo Sur, debemos asegurarnos de que así sea y que lo que se indica en el decreto del 6 de noviembre de 1940, que establece lo que es la Antártica Chilena, sea una realidad, no siendo suficiente que el Instituto Antártico Chileno (INACH) esté ubicado en Punta Arenas, o que se estén realizando inversiones relacionadas con el tema antártico en esa misma ciudad o Puerto Williams. La presencia debe ser real, permanente y hasta el mismísimo Polo Sur. Lo debemos hacer porque es parte integral de Chile, siendo un buen ejemplo y muy concreto el que la Armada va a destinar tres buques a tareas antárticas, en lo que es una clara demostración de la acción acompañando al discurso.

Volviendo a la Argentina, no es de extrañar que traten de buscar el favor de los Estados Unidos de América, o anteriormente de China. Buscan que una potencia haga equipo con ellos en su afán de mejorar la calidad de su reclamación, que les permita invertir en la infraestructura logística que se necesita, ya que ellos no tienen los fondos que se requieren para las inversiones en cuestión.

Chile, Argentina y el Reino Unido tienen espacios superpuestos. Por ahora todos se portan bien, pero antes de la firma del tratado este fue un tema bastante álgido desde el término de la Segunda Guerra hasta fines de los 50. El viaje de González Videla a la Antártica Chilena fue principalmente con el fin de reafirmar la soberanía de Chile en el sector que estaba en riesgo, un esfuerzo tremendo para la época, que fue acompañado por la instalación de bases, y una actividad anual de investigación y de ejercicio de soberanía que no para desde entonces.

La existencia del INACH y la incansable labor de Óscar Pinochet de la Barra son elementos claves en el desarrollo del Chile Antártico, como también lo es el trabajo que realizan las instituciones de la Defensa Nacional en el continente blanco, el que realizan las universidades chilenas y organismos de investigación nacionales. Resucitar la Villa Las Estrellas es estratégico, como también lo es movernos más al sur, hacia donde termina Chile, en el Polo Sur.

En una época en que hay potencias revisionistas que colocan en duda el orden global y las reglas que nos han gobernado los últimos 80 años, es muy posible que tratados como el Antártico puedan perder fuerza y necesitemos de la fuerza para defender lo que es nuestro. Sería un milagro que el tratado sobreviva en el mundo que se visualiza a futuro, y es por ello por lo que se debe ejercer soberanía ahora y darle la prioridad que el tema merece. Después no andemos llorando si los transandinos y los del Reino Unido nos ganan en esta, o un tercero se hace con lo que es nuestro. Debemos ser capaces de operar 365 días al año en los espacios australes y antárticos.

Richard Kouyoumdjian
Vicepresidente AthenaLab

Fuente: El Mostrador

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