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ANÁLISIS | El extraño mundo de Lula

18 de abril de 2023
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ANÁLISIS | El extraño mundo de Lula

Cuando Lula da Silva anunció en su discurso de victoria que Brasil estaba de vuelta hablaba muy en serio. Su país se reintegraría a toda clase de organismos internacionales y volvería a aspirar a ocupar un sitial en el mundo multipolar. Pero era difícil prever que el mandatario socialista abrazaría las tesis de las potencias autoritarias sobre la guerra en Ucrania.

Sus recientes declaraciones en China, sindicando a Estados Unidos como instigador de la prolongación del conflicto, y la visita del canciller ruso Serguéi Lavrov a Brasilia han dejado en claro que tiene una lectura equivocada sobre la invasión ilegal y no provocada de Rusia a Ucrania, donde la evidencia de crímenes de guerra incluso colocó a Vladimir Putin en la mira de la Corte Penal Internacional.

A continuación, un breve análisis:

No alineamiento y propaganda. Es relativamente fácil dejarse seducir por el no alineamiento como forma de marginarse de los dilemas geopolíticos o de las crisis diplomáticas, pero cuando se produce una transgresión tan clara de las reglas internacionales, que incluyen el respeto de las fronteras, la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en asuntos internos, básicamente no tomar partido es hacerle un gran favor al agresor.

Junto a su colega chino Xi Jinping, Lula aseguró el fin de semana que es necesario “que Estados Unidos pare de incentivar la guerra” y que este país norteamericano y Europa “comiencen a hablar de paz”. Y reiteró que Ucrania comparte con Rusia la responsabilidad del conflicto.

Lo que Lula parece no tener en cuenta es que si Rusia detiene su campaña militar, se acaba la guerra. En cambio, Ucrania no puede dejar de defender su propio territorio. Es Kiev quien ha pedido ayuda militar, y los países que se la brindan están respondiendo a esa solicitud.

También Lula abogó para que “Brasil y China se asocien para equilibrar la geopolítica mundial”. Como el tema no podía quedar ahí, luego fue el turno de recibir a Serguéi Lavrov, el ministro de Relaciones Exteriores ruso.

Tras reunirse con el mandatario brasileño, Lavrov sostuvo que “Brasil y Rusia tienen una única visión” y que “Moscú quiere poner fin al conflicto lo antes posible. Sin embargo, quiere que sea de forma duradera y no inmediata” 

Si bien Itamaraty tiene una tradición de neutralidad, que en el caso de la guerra de Ucrania ha tratado de remarcar condenando en Naciones Unidas la invasión de Ucrania y, a la vez, negándose a entregarle municiones, las palabras y gestos del presidente revelarían que su afán por desmarcarse de Occidente puede ir demasiado lejos.

Una cosa es buscar una nueva gobernanza económica y mercados con sus socios de los BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica) y pretender tener un Consejo de Seguridad más representativo, y otra muy distinta es ayudar a socavar el orden mundial basado en reglas.

Como es lógico, Estados Unidos reaccionó acusándolo de repetir “propaganda rusa y china”, mientras la Unión Europea (UE) le recordó que Rusia es la única responsable de lanzar una invasión a gran escala.

En Occidente no son pocos los que empezarán a mirar a Lula como un actor no creíble, a pesar de que en su discurso de victoria llamó “parceiros” (“socios”) a Estados Unidos y la UE. Tan solo el mes pasado abrió sus puertos para buques de guerra iraníes, en otro gesto desafiante. No obstante, en el llamado Sur Global el mandatario aún goza de cierta popularidad.

Rol mediador. Dentro de las curiosas ideas que el mandatario brasileño ha dado a conocer, se cuenta también la idea de construir un “G-20 de la paz”, que impulse una solución negociada al conflicto.

Hace 10 años, durante su segundo mandato, Lula intentó junto con Turquía ofrecer una mediación entre Estados Unidos e Irán por el programa nuclear de este último país. La idea no tuvo acogida. 

Debido a sus últimas declaraciones, difícilmente Ucrania pueda aceptar a Brasil como un mediador válido, puesto que comparte la versión rusa de la guerra, en cuanto a que la expansión y los acercamientos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hacia los países de la ex órbita soviética desataron la reacción visceral de Moscú.

Un pasado remoto. Poco parece quedar del líder sindical que construyó una carrera política luchando por la democracia en Brasil. Como debe saber Lula, los sindicatos no son bien recibidos en China; para qué decir el trato que da el régimen de Putin a los opositores.

Así que, en aras del pragmatismo y de una multipolaridad donde cada uno puede hacer lo que le dé la gana, Lula ha dejado atrás su propia historia. Tras visitarlo, Lavrov siguió su gira por Cuba, Nicaragua y Venezuela, tres dictaduras de la región.

Diplomacia y límites. Una de las innovaciones que introdujo Lula en la profesional diplomacia de Brasil fue darle un rol protagónico al presidente en las relaciones exteriores.

Ocupando su carisma y su historia de superación, el mandatario recorrió el mundo y sedujo a líderes de todos los colores. Mientras era de los pocos que lograba calmar al venezolano Hugo Chávez cuando arremetía contra Colombia, el estadounidense Barack Obama llegó a decir “amo a este hombre” en una cumbre regional.

Ahora bien, en su afán de jugar en las grandes ligas también Lula también ha exagerado. Entre 2003 y 2010, su gobierno creó 44 nuevas embajadas para Brasil, varias de las cuales después tuvieron que cerrar por costos.

Asimismo, el esquema de ocupar las constructoras brasileñas para ganar influencia sobre los gobiernos latinoamericanos financiando campañas, derivó en el megaescándalo de corrupción de Odebrecht, el que terminó con presidentes y ministros presos en toda la región.

Conclusiones. Lula está realizando una arriesgada apuesta por desmarcarse de Occidente en busca de un rol protagónico para Brasil en un mundo multipolar, y lo hace abrazando a China y Rusia como socios en esta aventura. Si bien es entendible el giro hacia Beijing por su peso en la economía global, los guiños a Moscú solo cosecharán descrédito cuando hay una guerra de por medio. Y la reacción de Estados Unidos podría de formas que aún no conocemos.

Si bien Chile y Brasil tienen una histórica sintonía de intereses, lo cierto es que el gobierno del presidente Gabriel Boric ha condenado enfáticamente la agresión rusa y sostuvo una conversación telemática con el presidente ucraniano Volodomir Zelenski. Esto muestra una lectura muy distinta del conflicto de nuestros tiempos.

También esto repercute en el regreso de Chile a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), una creación de Lula en 2008 dentro de una política de regionalismo favorable a Brasil. Si ya era una mala de idea volver a este bloque capturado por la ideología, ahora lo es aún más, porque el país mayor tiene una extraña lectura del mundo, donde las invasiones no son invasiones y los países grandes pueden atacar a los más pequeños compartiendo responsabilidades.

Juan Pablo Toro V, director ejecutivo de AthenaLab

18 de abril de 2023

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