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COMENTARIO | Despejando mitos sobre la guerra

14 de septiembre de 2023
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COMENTARIO | Despejando mitos sobre la guerra

Durante las últimas décadas se han generado ideas en el ámbito de la seguridad internacional, la seguridad y la defensa, que terminan convertidas en pseudo “verdades”, a pesar de no tener mayor asidero. Aseveraciones que calificaban de obsoleta a la “guerra convencional”, daban por sentado que los conflictos serían cortos o que cifraban en las armas de precisión la posibilidad de librar batallas con pocas bajas, son algunos ejemplos. Sobre la base de lo que está ocurriendo en Ucrania y otras experiencias se despejarán los sobre mitos acumulados en los últimos treinta o cuarenta años de conflictos bélicos.

MITO Nº1: La guerra tradicional es virtualmente imposible (especialmente en regiones como Europa)

La corriente liberal en las relaciones internacionales adquirió preponderancia desde fines del siglo XX, gracias a las instituciones y reglas del derecho que se impusieron en el sistema internacional. Lo anterior, llevó a la equivocada creencia de que la guerra sería casi imposible, especialmente en zonas desarrolladas como la europea. El peso de las relaciones comerciales y la interdependencia energética alejarían cualquier posible conflicto, por los costos económicos asociados. Sin embargo, lo sucedido en 2014 y más claramente a partir del 24 de febrero de 2022 en Ucrania, demuestra que la cooperación desaparece cuando los intereses nacionales vitales están en juego y, al mismo tiempo, se cuenta con la fuerza y determinación para concretarlos. Este fue el caso de Rusia sobre Ucrania. La guerra sigue siendo y será una realidad en el sistema internacional y un método —el más violento y destructivo— para la solución de controversias entre Estados.

MITO Nº2: Ucrania caerá en unos pocos días o semanas ante la superioridad de Rusia

Antes de la invasión a gran escala, detectada y denunciada por Estados Unidos y sus aliados, los pronósticos sobre el desenlace de la guerra en Ucrania eran mayoritariamente favorables a Moscú. No solo eso, además se preveía un desarrollo relativamente rápido, de unos pocos días o semanas. La realidad dijo otra cosa.

Por un lado, la voluntad del pueblo ucraniano y el desempeño de sus fuerzas armadas fueron muy superiores a lo previsto, gracias a su capacidad para adaptarse rápida y adecuadamente a los desafíos que presentaron las tropas de Moscú.  Del mismo modo, se estima que las capacidades operacionales rusas fueron sobreestimadas, tanto en el empleo integrado de sus unidades terrestres, medios aéreos, comunicaciones y guerra electrónica. A lo que se añade las impresiones erradas que causaron las exhibiciones de sofisticados sistemas de armas exhibidos en los desfiles en la Plaza Roja de Moscú. Las fuerzas armadas rusas no eran tan avanzadas tecnológicamente, su cohesión y falta de experiencia para escalar operaciones fueron evidentes, así como quedó de manifiesto la carencia de un cuerpo de suboficiales profesionales.

No obstante, en el primer año y medio de guerra, Rusia y sus medios militares han sido capaces de recoger experiencias y adaptar su forma de empleo al escenario que se vive hoy. La construcción de kilométricas posiciones defensivas organizadas y fortificadas, cambios en la estructura de mando y control, modificación en la organización de unidades, son solo algunos ejemplos de ello. Esto ha implicado un duro revés para la anunciada contra ofensiva ucraniana de 2023, la que no ha logrado los avances esperados, si bien aún sigue en curso.

MITO Nº3: Las guerras convencionales serán cortas; las armas de precisión reducirán la mortalidad en las operaciones; la preparación logística e industrial estratégicas están sobredimensionadas

Las experiencias obtenidas de conflictos librados en las últimas décadas, como los de las Falklands/Malvinas en 1982, el Golfo Pérsico en 1991 y los enfrentamientos entre Israel y sus vecinos de los últimos 30 años, llevaron a conclusiones apresuradas sobre la duración de las guerras, la forma cómo se desarrollan y la mortalidad asociada.

Todo lo anterior, impactó en la preparación de las principales potencias occidentales para eventuales conflictos armados, que descansaba en la disposición de arsenales sofisticados, pero de número más bien reducido, pues no se visualizaba la necesidad de desplegar grandes unidades de batalla en terreno. Peor aún, se modificaron las bases industriales que anteriormente nutrían la defensa en áreas estratégicas, como es la fabricación de munición. Al punto, que solo se consideró necesario generar stocks suficientes para el entrenamiento y unos días de operaciones, pero no para sostener operaciones de alta intensidad. Al respecto, se puede señalar que, si en 1993 en Estados Unidos existían 75 empresas de defensa, en 2023 se redujeron a 5 empresas principales.[1]

Lo sucedido desde febrero de 2022 fue una verdadera señal de alarma para la industria militar occidental frente a la ambiciosa tarea de apoyar logísticamente el esfuerzo bélico de Ucrania. Los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que participan en el abastecimiento militar de Ucrania, se han encontrado con serios problemas para mantener un flujo de munición seguro y constante, dadas las limitadas capacidades existentes —con relación a la demanda real de la guerra— y a la obligación de mantener stocks mínimos para enfrentar contingencias en otros eventuales teatros de operaciones.

Por otro lado, la cantidad de bajas en la guerra actual podrían alcanzar los 500.000 soldados, entre heridos y muertos, según plantea un reciente artículo de The New York Times.[2] El uso indiscriminado de munición de todo tipo por parte de Rusia sobre objetivos civiles, sin respetar normas mínimas en la forma de hacer la guerra, así como el uso generalizado de artillería convencional por ambos lados a lo largo del conflicto —y no el empleo de munición de precisión de un alto costo y difícil reposición—, han colaborado a generar bajas masivas. La duración de las operaciones que, hasta ahora, acumulan más de dieciocho meses interrumpidos, derrumban la idea de una guerra corta. Al parecer, cuando se enfrentan Estados con capacidades similares o que se equiparan mediante el apoyo externo de terceros, donde resulta complejo generar diferencias operacionales significativas, el estancamiento de las operaciones y la consecuente atrición se convierten en realidad, donde el futuro de la guerra dependerá de la capacidad de resistencia y de reposición de capacidades y, sobre todo, de la voluntad de luchar.

MITO Nº4: En la guerra moderna la tecnología marca la diferencia determinantemente

Se ha afirmado que las armas tradicionales como infantería, artillería y blindados dejaron de tener relevancia frente a la importancia de pequeñas unidades de fuerzas especiales o del poder aéreo, así como lo “ciber” pasó a ser la nueva forma de hacer la guerra.

En primer lugar, se debe afirmar que, al igual que en la antigüedad y a lo largo de la historia, las armas y los ingenios tecnológicos han sido de gran importancia, sin embargo, no logran reemplazar la centralidad del factor humano. Siempre son personas las que operan los sistemas y contar con un cuerpo profesional bien entrenado obtendrá siempre mejores resultados que uno que no lo sea. Segundo, si bien las armas son fundamentales, no superan en importancia a la fuerza moral y la voluntad de luchar, tal como lo ha demostrado el pueblo y las fuerzas armadas ucranianas.

Lo que se distingue de las operaciones en curso, son ataques e infiltraciones de pequeñas unidades de infantería ucranianas en las líneas de defensa rusas; uso continuo y permanente de artillería convencional por ambos lados (alcance, precisión y volumen); empleo de unidades de ingenieros de combate, muy reducidos en número por una escasa disponibilidad; medios blindados en reserva en espera de una oportunidad para explotar el éxito de la infantería. En resumen, nada nuevo.

La libertad de acción con que actuó el poder aéreo en operaciones occidentales los últimos 30 años no es una realidad general. Por el contrario, según lo observado en Ucrania, donde ambas fuerzas aéreas han sido mayormente neutralizadas, ha significado que los fuegos terrestres siguen siendo las bases de apoyo más relevantes. En otras palabras, si no se cuenta con los medios suficientes para generar operaciones aéreas de magnitud y sostenidas en el tiempo, integradas a los otros dominios del campo de batalla, el poder aéreo se ve restringido y solo unos pocos Estados son capaces de explotarlo con plena libertad de acción.

Caso aparte es el ámbito “cibernético”. Si bien existían grandes expectativas sobre las capaces de las armas cibernéticas, particularmente las rusas, al menos por ahora, han actuado más bien como potenciadores de los otros dominios de la guerra y no como el factor predominante, como se asumía.

En el último año y medio, si bien se han desplegado algunos sistemas sofisticados de armas, la verdad es que la mayoría de equipamiento ha sido convencional. Pareciera que solo un reducido puñado de países —incluso con limitaciones— son capaces de desplegar en cantidad y tiempo arsenales de armas de precisión y otros adelantos. El resto, la gran mayoría de los Estados, deben concentrarse en determinar un balance prudente, conveniente y económicamente factible, entre tecnología y medios convencionales.

MITO Nº5: Una guerra al otro lado del mundo no nos afecta, no es nuestro problema

Los efectos económicos, energéticos, políticos de la guerra en Ucrania han dejado de manifiesto que lo que ocurre en el otro lado del mundo afecta a todos los países. Si bien la globalización entregó oportunidades de integración económica, financiera y de comunicaciones, al mismo tiempo generó nuevas dependencias. Las cadenas de suministros están estrechamente conectadas y los precios de las materias primas son muy sensibles ante eventos geopolíticos, en especial en caso del petróleo y gas. Las sanciones económicas impuestas a Rusia y el embargo de Moscú a las exportaciones de grano ucraniano, entre otras medidas, han afectado las economías de países en África, América, Asia y Oceanía, a pesar de la distancia que los separan de la guerra.

CONSIDERACIONES FINALES

  • La niebla que se cierne sobre la guerra y la rápida evolución de las operaciones exigen la necesidad de tomar distancia y no apresurarse en obtener conclusiones fáciles, mucho menos absolutas. En especial, cuando se trata de sus implicancias para los Estados y las fuerzas armadas.
  • Si bien puede cambiar el carácter de la guerra, dado el contexto y un desarrollo particular, no se altera su naturaleza última, que se mantiene intacta a lo largo del tiempo: se trata de un choque violento de voluntades.
  • La tecnología es sumamente relevante, en especial, para aquellos Estados capaces de ir a la vanguardia de su desarrollo y contar con arsenales suficientes. Pero el resto de los países que no gozan de dicha condición deben necesariamente adaptarse a su realidad nacional.
  • Desarrollar y mantener una capacidad industrial estratégica que otorgue cierto nivel mínimo de autonomía en áreas sensibles, como es la munición, se ha convertido en un factor relevante.
  • El factor humano sigue siendo el principal elemento en la lucha armada, ya sea porque quienes manejan la tecnología son personas o por elementos más aún valiosos como la fortaleza moral, la voluntad de lucha y la cohesión para enfrentar grandes desafíos.
  • La duración de las operaciones en una guerra ha estado y seguirá estando determinada, entre otras cosas, por las capacidades de los beligerantes, la factibilidad de sostener el esfuerzo de la guerra, la atrición a que sean sometidas las partes en conflicto, a la voluntad de lucha de las naciones y la relevancia de los intereses en juego, mucho más que a modelos predeterminados.
  • Cada Estado debe definir el tipo de fuerza que desarrollará de acuerdo con su realidad estratégica y a la “verdad” presupuestaria. Si bien hay que observar lo que sucede en el resto del mundo, resulta más importante obtener conclusiones conforme a las características propias de los países, su cultura, tamaño, entorno.
  • La evaluación del escenario, incluyendo las capacidades de los oponentes son tareas fundamentales de los Estados y sus conductores políticos y estratégicos, de manera de reducir la posibilidad de subestimar (Ucrania) o sobre valorar (Rusia) a los potenciales adversarios. El Net Assessment surge como alternativa para llevar adelante una evaluación permanente al respecto, como fuera planteado por AthenaLab en el documento de trabajo Nº 19 (Ver en: http://www.athenalab.org/wp-content/uploads/2022/10/DT19-NET-ASSESSMENT.pdf

Marcelo Masalleras, investigador de AthenaLab

14 de septiembre de 2023

Foto: France Presse


[1] John Barrett, “You go to war with the industrial base you have, not the industrial base you want”. War on the Rocks. Disponible en: https://warontherocks.com/2023/08/you-go-to-war-with-the-industrial-base-you-have-not-the-industrial-base-you-want/

[2] Ver en: https://www.nytimes.com/2023/08/18/us/politics/ukraine-russia-war-casualties.html#:~:text=A%20lack%20of%20rapid%20medical%20care%20has%20added%20to%20the%20toll.&text=The%20total%20number%20of%20Ukrainian,tries%20to%20seize%20more%20territory.

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