Comentarios y Análisis
COMENTARIO | Despliegue de EE.UU. en el Caribe subraya la importancia del poder naval en América Latina
Brasil, Argentina, Colombia, Chile y Perú están preparando sus flotas para proteger recursos y expandir su influencia en caso de que las rivalidades lleguen a sus dominios marítimos.

Cuando a principios de este año se conoció la noticia de que el gobierno del Reino Unido estaba en conversaciones con sus homólogos brasileños para venderles el “HMS Albion” y el “HMS Bulwark”, dos buques de asalto que no habían navegado desde 2023 y 2017, respectivamente, y que serían desguazados como parte de recortes generalizados de defensa, las señales apuntaban a un mayor intercambio de sistemas de armas entre ambos países.
Brasil tiene un historial reciente de compra y reacondicionamiento de buques británicos como el “PMA Atlántico”, anteriormente la plataforma de la Marina Real del Reino Unido “HMS Ocean”, lo que condujo también a un contrato de cuatro años con Babcock International Group para brindar mantenimiento y soporte de sistemas.
No fue sorprendente, entonces, que a bordo del “HMS Mersey”, durante la reciente conferencia DSEI, representantes brasileños firmaran la compra del “HMS Bulwark”. El buque se utilizará para el transporte de carga y personal, esencial durante emergencias humanitarias, así como para, principalmente, la protección de la Amazonia Azul , la zona económica exclusiva (ZEE) de Brasil, rica en recursos naturales y minerales. «Esta relación más estrecha fortalece los lazos diplomáticos entre ambos países», declaró el almirante Edgar, director general de Material de la Armada.
La estrategia brasileña de adquisiciones navales combina la compra de buques de segunda mano con el programa local de la clase Tamandaré, una serie de fragatas que se construyen localmente con el astillero alemán Thyssenkrupp. El plan incorpora estratégicamente a empresas nacionales como Embraer y extranjeras, como la multinacional MBDA y la italiana Leonardo, para impulsar el desarrollo de su industria de defensa nacional. Está previsto que la primera fragata clase Tamandaré entre en servicio a finales de 2025, y otros buques harán lo mismo hasta 2029.
Cooperación con EE.UU.
No obstante, Brasil mantiene una diplomacia de defensa de doble vía con países occidentales y orientales. En los últimos años se han estrechado los lazos con China, lo que va desde la inclusión de infantes de marina del Ejército Popular de Liberación en ejercicios militares combinados en 2024, hasta el ascenso al rango de general de los agregados de Defensa que Brasil envía a su embajada en Beijing. Si bien la relación entre el Reino Unido y Brasil podría mantenerse sana a pesar del factor chino, las relaciones entre Estados Unidos y Brasil no atraviesan su mejor momento.
La relación bilateral de defensa entre ambos países se remonta a casi dos siglos y en los tiempos modernos, según datos del Departamento de Guerra, casi todos los ejercicios patrocinados por el Comando Sur de Estados Unidos en la región cuentan con la participación de Brasil.
En julio, Washington canceló su participación en la Conferencia Espacial de las Américas en Brasilia, y poco después Brasil canceló la Operación Formosa, el ejercicio que acogió a tropas chinas el año pasado, alegando limitaciones presupuestarias. La diplomacia no está logrando equilibrar la relación entre Donald Trump y Lula da Silva, dos presidentes con visiones del mundo diferentes y que ven el futuro del orden global en direcciones opuestas.
Sin embargo, Estados Unidos es, por lejos, un actor central en la configuración de la trayectoria naval de América Latina, incluso cuando nuevos actores entablan alianzas con viejos amigos.
La cooperación naval se ha centrado históricamente en la interoperabilidad a través de ejercicios como UNITAS , el ejercicio marítimo multinacional de más larga duración del mundo, que reúne periódicamente a la Armada de Estados Unidos con socios latinoamericanos.
Aumento militar en el Caribe
Estados Unidos ha apoyado iniciativas de crear conciencia del dominio marítimo, proporcionando radares y sistemas de mando y control para fortalecer la capacidad de las armadas amigas contra la pesca ilegal, el narcotráfico y otras amenazas transnacionales. Estas medidas reflejan una doble estrategia estadounidense: mantener la ventaja tecnológica en la guerra de alto nivel y, al mismo tiempo, fortalecer las alianzas que aseguren el control colectivo sobre las rutas marítimas clave en el Pacífico y el Atlántico.
El actual despliegue del Comando Sur de los Estados Unidos en aguas del mar Caribe, cerca de Centroamérica y Sudamérica, constituye una concentración naval sin precedentes . Con el objetivo de contener el flujo del narcotráfico, proveniente principalmente de Venezuela, el despliegue militar en el mar Caribe añade urgencia a la modernización naval de Latinoamérica, reforzando la idea de que el poder marítimo es tanto una herramienta de disuasión como de señalización geopolítica.
Las patrullas de Washington para la libertad de navegación cerca de aguas venezolanas, combinadas con la militarización de la zona económica exclusiva de Caracas y las tensiones con Guyana, ponen de relieve cómo la disputa por los espacios marítimos puede escalar hasta convertirse en puntos de conflicto que involucran a potencias globales. Esta crisis sirve como recordatorio de que las adquisiciones navales no solo buscan reemplazar plataformas obsoletas, sino también mejorar la prepararación para escenarios donde las disputas regionales se intersectan con las agendas estratégicas de actores extrahemisféricos. Los Estados latinoamericanos están invirtiendo en flotas más capaces y versátiles para salvaguardar su soberanía, proteger sus recursos y evitar ser sorprendidos desprevenidos ante la posibilidad de que las rivalidades entre grandes potencias se extiendan a sus dominios marítimos.
Washington es consciente de ello y está trabajando para consolidar las relaciones militares siempre que sea posible. Recientemente, el Departamento de Estado autorizó la venta de doce aviones F-16 a la Fuerza Aérea Peruana por un valor de 3.420 millones de dólares. Esta reciente decisión subraya la determinación de Washington de mantener su influencia en los mercados de adquisiciones de defensa de la región.
Lima había estado considerando nuevos aviones de guerra para reemplazar su anticuada flota, viajando a Suecia para ver el JAS-39 Gripen. Estas decisiones se producen tras la reciente autorización de Estados Unidos para que Argentina compre F-16 de Dinamarca, lo que podría convertir a estos dos países, junto con Chile, en una zona triangular con cielos dominados por los F-16.
Perú está realizando importantes compras de defensa que están agotando sus limitados presupuestos. El año pasado, Perú adjudicó a HD Hyundai Heavy Industries el contrato para trabajar con la empresa estatal peruana SIMA en la construcción de una fragata, un patrullero oceánico y dos lanchas de desembarco para 2029, un gran triunfo para los surcoreanos, por encima de las ofertas de astilleros españoles, italianos y neerlandeses. Mientras tanto, SIMA se ha labrado una buena reputación como constructor, con nuevos proyectos alentadores como el “BAP Río Huarmey” y el “BAP Río Nepeña”, iniciados a principios de año como parte de una serie de nuevas unidades diseñadas para impulsar el dominio marítimo del Perú.
Fragatas de reemplazo europeas
Colombia, el país más cercano al foco de tensión en que se ha convertido Venezuela, firmó a finales de 2024 un acuerdo entre Damen y el astillero colombiano COTECMAR para construir en su astillero una fragata basada en la serie SIGMA 10514, que Damen construyó previamente para Indonesia y México. Saab también se unió para proporcionar sus sistemas de gestión de combate, sensores y radares para la nueva fragata, cuya entrega está prevista para 2030.
Además, nuevos actores, como el complejo de defensa turco, han incursionado en la búsqueda de una parte de la actual ola de modernización naval. HAVELSAN firmó un acuerdo con la Armada de Chile para la modernización de sus fragatas clase M con capacidades de mando y control ADVENT, convirtiéndose en el noveno país del mundo en unirse a este ecosistema de combate.
Chile está en camino de reemplazar al menos ocho fragatas con un promedio de más de 30 años de servicio. La Armada lanzó su Plan Nacional de Construcción Naval considerando fragatas, buques auxiliares y unidades logísticas. El primero de su tipo y parte del programa es el rompehielos polar “Almirante Viel”, clave para la proyección antártica del país. Chile observa una fuerte competencia para decidir quién se convertirá en el socio principal en la construcción de sus fragatas. Aunque el diseño de la fragata Arrowhead 140 de Babcock es un fuerte contendiente, las noticias sobre el proveedor elegido llegarán recién en 2026. A principios de año, circularon informes no confirmados sobre una posible venta a Chile de la “HMS Argyll”, como una adición a su flota que actualmente tiene en servicio tres fragatas Tipo 23, que pertenecieron a la Royal Navy.
Argentina, por otro lado, está intentando hacer una compra limitada de fragatas considerando posibles ofertas de dos fragatas clase Iver Huitfeldt de Dinamarca, como una continuación de su reciente asociación para adquirir aviones F-16. En julio, su Ministerio de Defensa confirmó que la Armada estaba en negociaciones con la Marina Real Danesa para reemplazar a los recientemente decomisionados “ARA Hércules” y “ARA Heroína”. La clase Iver Huitfeldt podría darle a la Armada Argentina capacidades renovadas de defensa aérea, guerra de superficie y antisubmarina con un buque que ha demostrado experiencia en operaciones de la OTAN. Sin embargo, estas fragatas dejaron de operar recientemente y Dinamarca detuvo las reparaciones necesarias forzando su reemplazo por la flota danesa. Otra opción para Buenos Aires será la clase Maestrale italiana, recientemente decomisionada, con capacidades de guerra antisubmarina.
Qué significa todo esto
Las decisiones de adquisición exponen la intrincada red de alianzas estratégicas y la competencia entre proveedores de defensa. La dependencia de los astilleros europeos y la entrada de empresas turcas en Chile y la influencia de Corea del Sur en Perú, demuestran cómo América Latina se ha convertido en un mercado competitivo para las industrias de defensa globales.
Estas dinámicas crean dependencias a largo plazo que van más allá de la transferencia de tecnología y abarcan la capacitación, el mantenimiento y los conceptos operativos compartidos. También ilustran cómo los gobiernos utilizan la modernización naval para aprovechar el capital diplomático y negociar su lugar en el cambiante orden internacional.
En definitiva, la modernización naval en América Latina es una señal visible de ambición. Si bien Brasil, Chile, Perú y Argentina presentan diferentes niveles de capacidad y solidez presupuestaria, los cuatro países invierten en armadas capaces de proteger recursos, disuadir a sus adversarios y proyectar poder regional e internacionalmente. El proceso será desigual, limitado por las realidades fiscales y los cambios políticos, pero subraya una verdad fundamental: los océanos siguen siendo fundamentales para la prosperidad y la seguridad del continente.
La trayectoria de estos programas navales no solo moldeará los equilibrios de defensa de Latinoamérica, sino que también determinará cómo las potencias externas, es decir, Europa y, cada vez más, Asia, interactuarán con la región en las próximas décadas. Para Washington, la tarea consistirá en equilibrar sus compromisos globales con una presencia sostenida en Latinoamérica, garantizando que la modernización de las armadas regionales no caiga en la órbita de rivales como China y Rusia, cuya influencia se expande lentamente a través de la diplomacia de defensa.
Dr. Carlos Solar (RUSI)
Londres, 30 de septiembre de 2025
Republicado con autorización del Royal United Services Institute (RUSI). Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor y no representan las de RUSI ni las de ninguna otra institución.
Foto principal: US Navy
Sobre el autor
Senior Research Fellow RUSI
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