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Chile, un análisis desde la perspectiva de la seguridad nacional

13 de octubre de 2020
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Chile, un análisis desde la perspectiva de la seguridad nacional

El Mostrador, martes 13 de octubre 2020

En el entendido que esta realidad política llegó para quedarse y, si queremos hacer que el sistema llamado Chile funcione, tendremos que dejar el sistema presidencial que tenemos actualmente y migrar a uno semipresidencial o, bien, derechamente a un sistema parlamentario del tipo que opera en los países anglosajones. Lo anterior es necesario por la cero sintonía que hay entre el Ejecutivo y el Parlamento y la existencia de organismos autónomos que, aunque tienen un propósito muy sano y lógico, la forma en que fueron incluidos en el sistema político nacional hace que le quiten autoridad al Ejecutivo y sea extremadamente difícil gobernar.

Normalmente escribo sobre defensa nacional, Fuerzas Armadas, temas navales y marítimos, pero en esta oportunidad lo hago a título personal y me he tomado la licencia de mirar a Chile desde una perspectiva no tradicional de la seguridad nacional. Digo no tradicional, porque parto de la base de que la seguridad nacional no está en riesgo cuando un país goza de sanidad económica, un programa de desarrollo moderno, sustentable, equitativo e inclusivo, instituciones responsables, maduras y sólidas, actores políticos que buscan lo mejor para el país y no solo para su propia tribu y, algo más importante aún, que todas las partes funcionan en sincronía, autocontroladas y como parte de un todo que tiene claro su propósito, el cual no es otra cosa que el bienestar y la seguridad de todos los chilenos.

Conste que en mi definición no tradicional de seguridad nacional no he incluido la defensa de Chile ante amenazas externas, que está cubierta por el tradicional enfoque empleado en Chile y que el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Armadas se preocupan de mantener controlado, como tampoco lo que pueda estar colocando en riesgo el orden público y la seguridad interior de la República, los que más bien son los efectos que sufre un sistema que no está operando correctamente o, bien, están fallando algunas de las partes que indiqué en la definición no tradicional de seguridad nacional.

Dicho todo lo anterior, veamos cómo estamos y, de no estar bien, qué hacemos. Pero antes de abordar los componentes específicos del sistema y de su operación como un todo, abordemos el tema del liderazgo. El liderazgo es algo crítico cuando queremos evolucionar de un estadio a otro o, bien, cuando el sistema está fallando y necesitamos arreglarlo. Me parece que hay un consenso nacional respecto a que no está operando adecuadamente, por lo que lo primero que necesitamos es del liderazgo correcto y apropiado a las circunstancias que vivimos.

La economía no está funcionando como nos gustaría. No es solo la pandemia la culpable de que así sea, también lo es la demanda externa por nuestra producción, nuestra sobredependencia en la exportación de commodities y el hecho de que buena parte de los accionistas quieren dividendos ahora y no están dispuestos a reinvertir las utilidades en pos de retornos a futuro.

Esto nos lleva al concepto de desarrollo sustentable, equitativo e inclusivo, que es algo que el sentido común y todos queremos, pero que no logramos entender cómo funciona y cómo se logra implementar para –en la pasada– no matar la gallina de los huevos de oro.

Entiendo la frustración que siente buena parte de Chile con la inequidad, pero también creo que debemos ser responsables a la hora de entender que, si exprimimos todo el limón, no va a quedar nada sobre lo cual trabajar y que debemos asegurar la sustentabilidad a largo plazo de nuestro desarrollo, el que no solo pasa por que sea solidario y equitativo, sino que parte de la base de que el modelo económico tiene que producir, ya que evidentemente, si no produce y no funciona, no hay nada para posteriormente repartir a los accionistas, los chilenos.

De la economía nos vamos a la operación de las instituciones y de los actores políticos, que van desde la Presidencia, pasando por el Congreso, las Cortes, la Contraloría, hasta instituciones de más reciente creación, como son el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional, el INDH, Consejo para la Transparencia, las cuales por cierto son muy necesarias, pero que quitan autoridad al Ejecutivo y hacen más compleja la conducción política de Chile, la que per se es complicada desde que se eliminó el binomial, generando una cámara sin mayorías claras y sin sintonía con el Ejecutivo.

En el entendido que esta realidad política llegó para quedarse y, si queremos hacer que el sistema llamado Chile funcione, tendremos que dejar el sistema presidencial que tenemos actualmente y migrar a uno semipresidencial o, bien, derechamente a un sistema parlamentario del tipo que opera en los países anglosajones. Lo anterior es necesario por la cero sintonía que hay entre el Ejecutivo y el Parlamento y la existencia de organismos autónomos que, aunque tienen un propósito muy sano y lógico, la forma en que fueron incluidos en el sistema político nacional hace que le quiten autoridad al Ejecutivo y sea extremadamente difícil gobernar.

Lo que quiero dejar claro es que un sistema político mal diseñado como el que tenemos en Chile produce y producirá malos resultados, si es que no se cambia y arregla. El sistema actual que partió con el regreso a la democracia y que contaba con un presidencialismo fuerte, en sintonía con un Congreso binomial y un sistema judicial tradicional, fue capaz de llevarnos donde estamos, pero no podemos esperar que el sistema anterior modificado sin lógica operativa sea capaz de sostenernos y sacarnos del enredo que el mal diseño nos entregó. Hora de mirar a nuestro sistema político como un todo y por los resultados que produce.

En este periodo en que estamos funcionando mal y en donde, producto del cronograma constitucional extendido en el cual nos metimos, este no producirá resultados tangibles antes de un par de años, necesitamos que los políticos y autoridades nacionales se pongan de acuerdo en cómo haremos que Chile funcione, no se tranque o, peor, no se autodestruya. Por eso es que recomiendo que la Presidencia de la República se enfoque en la política de los acuerdos y, por qué no, gobierne con un gabinete de unidad nacional, el cual debe tener como propósito principal asegurarnos que seamos capaces de navegar exitosamente por esta tormenta y de llegar a puerto.

Chile tiene una tradición de salirse de rumbo de tiempo en tiempo, pero no creo que queramos terminar con un gobierno militar como lo hicimos en el 73, cuando la irresponsabilidad política nos llevó a un punto de quiebre institucional. Hora de tener claras las consecuencias de un sistema cuando no da el ancho y de entender que la incorrecta operación del sistema político sí es un problema de seguridad nacional.

Richard Kouyoumdjian
Vicepresidente de AthenaLab

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