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Una crítica a “Preparados para la guerra” del senador Insulza

6 de marzo de 2024
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Una crítica a “Preparados para la guerra” del senador Insulza

El Líbero, 6 de marzo 2024

Las guerras en todas sus formas, estatales, asimétricas, irregulares, híbridas, religiosas, étnicas, económicas, geopolíticas o revolucionarias, todos los conflictos donde la violencia es utilizada, no tienen su base en las armas.

El 28 de febrero de 2024 recién pasado el senador José Miguel Insulza publicó en este medio una columna de opinión titulada “Preparados para la guerra”. Si tenemos en cuenta la carrera política pública del autor, que incluye haber sido Ministro del Interior y de Seguridad Pública, de Relaciones Exteriores, Secretario General de la Organización de Estados Americanos, integrante de las comisiones de Defensa, de Relaciones Exteriores, de Zonas Extremas e integrada de seguridad pública del Senado, entre otras actividades y responsabilidades del más alto nivel nacional e internacional, uno se prepara para analizar un punto de vista fundamentado sobre una materia de la más alta relevancia para el mundo. Lamentablemente no fue el caso.

El argumento de entrada es el anuncio que la industria militar norteamericana aumentó el año pasado sus ventas de armas en el mundo en 81.000 millones de dólares. El artículo de la revista “Político” al cual hace referencia el senador Insulza fue publicado por Joe Gould y Paul Mcleary el 29 de enero de 2024 bajo el título: “US weapons exports up 50% in 2023 as Washington challenges Russia, China”. Lo más interesante de ese artículo es que en su análisis señala que US$30.000 millones de los 80.000 millones corresponden a ventas de helicópteros de ataque y de transporte más misiles de largo alcance a Polonia y Alemania, motivadas por la situación en Ucrania y la necesidad de estar preparados ante una Rusia más asertiva.

El segundo argumento de su columna de opinión es asombroso. Nos dice el autor que, si un solo país quisiera comprar ese monto en armas, solamente tres países en el mundo podrían hacerlo, considerando su gasto militar. La comparación aporta muy poco al análisis toda vez que no es efectivo que sólo tres países tienen un gasto militar superior a 80.000 millones de dólares. A lo menos la India entra también en este exclusivo club, pero aparte de la inexactitud en la data hay un error metodológico en la homologación de los gastos militares o de defensa. Como muestra podemos decir que, con apoyo de la Cepal, Chile y Argentina se demoraron varios años de negociaciones en acordar un procedimiento para homologar el gasto en defensa. No es una tarea fácil, es sumamente compleja, intrincada y sensible. Por esta razón, la tesis planteada se refuta por falta de mérito y rigor.

Dejando atrás los párrafos introductorios podemos entrar de lleno en el análisis que nos propone nuestro integrante de la comisión de Defensa del Senado. Hay un párrafo en particular que capta totalmente la atención del lector y es de tal relevancia que me permito reproducirlo en forma textual. Nos dice el senador:

“Hay aquí dos paradojas interesantes. La primera es que en este clima de carrera armamentista los conflictos bélicos se hacen cada vez más posibles. Allí, donde alguien ve la posibilidad de crear un movimiento subversivo o apoderarse de un territorio, ve más posible hacerlo por la vía armada o recurriendo a organizaciones mercenarias que existen en el mundo, como una nueva forma de “negocio” del crimen organizado. A nivel de países, entre los cuales siempre pueden existir roces propios de la convivencia en un mundo de diversidad, la adquisición de armas va de la mano con posibles conflictos, en los que siempre el “otro lado” es el que busca la confrontación”.

Este párrafo hay que analizarlo por partes. Nos afirma, de entrada, que los conflictos bélicos se hacen más posibles en un clima de carrera armamentista. Es decir, según la tesis del senador, son las armas las que generan los conflictos y, por lo tanto, o al menos, aumentan la posibilidad de ocurrencia. Siguiendo el razonamiento entonces, la ausencia de armas eliminaría el conflicto de la faz de la tierra, o a lo menos reduciría su probabilidad de ocurrencia. Lamentablemente para el senador, esta tesis ha sido refutada por los hechos innumerables veces en la historia de la humanidad. Las guerras en todas sus formas, estatales, asimétricas, irregulares, híbridas, religiosas, étnicas, económicas, geopolíticas o revolucionarias, todos los conflictos donde la violencia es utilizada, no tienen su base en las armas. Los conflictos bélicos son herramientas políticas, conducidas políticamente, inspiradas políticamente y donde el valor asignado al objetivo en disputa es responsabilidad de quien conduce políticamente a un Estado. 

La segunda frase es notable, proviniendo de un integrante fundacional del grupo de Puebla. Nos dice don José Miguel: “Allí, donde alguien ve la posibilidad de crear un movimiento subversivo o apoderarse de un territorio, ve más posible hacerlo por la vía armada o recurriendo a organizaciones mercenarias que existen en el mundo, como una nueva forma de “negocio” del crimen organizado”. Hay que reconocer que esta es una excelente descripción de la insurgencia que campea en la Macrozona Sur. La violencia insurgente y revolucionaria necesita de las armas para disputarle el control y la soberanía al Estado en aquellos territorios que quiere conquistar. 

No podemos concordar más con el senador que la insurgencia revolucionaria se acerca cada vez más a un “negocio del crimen organizado”. Esto no se debe en su origen a la presencia o ausencia de armas. Se debe a la ideología que admite o incluso fomenta el uso de la violencia para el logro de objetivos políticos y que, además, en pos de ese fin valida cualquier medio, incluso el crimen organizado. A modo de ejemplo nos basta recordar a las FARC y la cocaína, o la insurgencia mapuche y la madera, todas formas de financiar su actividad subversiva.

El artículo completo, de principio a fin busca dejar la percepción que el gasto en defensa es un negocio y que se debe mirar como tal. Nos trata de vender la idea de que la existencia de armas aumenta la probabilidad de ocurrencia de un conflicto, desvinculado del valor de los intereses nacionales y objetivos políticos en juego. Todo lo anterior padece de una seria falta de rigor lógico, estadístico, histórico y de sentido común.

Hubiéramos esperado de alguien con la experiencia política y de vida del senador una condena violenta a las ideologías que hacen apología de la violencia para el logro de objetivos políticos. De las religiones que se transforman en constituciones políticas y que condenan al exterminio a los infieles. De las visiones supremacistas que establecen supremacías raciales, culturales, morales, ideológicas, religiosas o étnicas. De los gobernantes que no alternan en el poder, que restringen libertades, que se erigen a sí mismos como tiranuelos incluso hereditarios entre dinastías, de padre a hijo, de hermano a hermano, de marido a mujer. 

Las guerras y los conflictos armados son herramientas políticas para resolver conflictos. Las generan los políticos. Sólo si ponemos por delante esa premisa entonces podemos discutir sobre cuál es el rol de las armas en un conflicto armado y así muchas otras cosas más relacionadas con la materia.

Richard Kouyoumdjian
Viccepresidente AthenaLab

Fuente: El Líbero

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