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ENTREVISTA | John Griffiths: “La situación de seguridad que está viviendo Chile requiere de un Ejército más grande, pero la realidad muestra que vamos en la dirección contraria”

La raíz del problema que se destapó luego del operativo policial que terminó con seis militares detenidos por trasladar drogas desde Tarapacá, está en la falta de recursos: los que se requieren para tener una mayor rotación de soldados en la frontera y los que se necesitan para una contrainteligencia eficaz.

21 de Julio de 2025 La Tercera
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ENTREVISTA | John Griffiths: “La situación de seguridad que está viviendo Chile requiere de un Ejército más grande, pero la realidad muestra que vamos en la dirección contraria”

Cuando el exgeneral del Ejército John Griffiths se enteró del operativo policial en Mejillones, Santiago e Iquique, que terminó con siete militares y una civil detenidos por presuntamente haber trasladado cientos de kilos de cocaína y pasta base desde la frontera norte a la Región Metropolitana, recordó con frustración una preocupación que había sentido muchos años atrás: Desde hace 20 años que sabemos que las organizaciones criminales estaban operando a piacere en la región y que la duda no era si iban a llegar a operar en Chile, sino que cuándo. Frente a eso la pregunta era ¿qué hicimos para preparar el andamiaje institucional para poder lidiar con esta amenaza? La respuesta está a la vista”.

Durante 40 años Griffiths fue parte del mundo militar. Dirigió la Academia de Guerra, fue jefe del Comando Conjunto Norte, en Iquique, y dirigió como general el Estado Mayor General del Ejército. Hoy, como jefe de estudios de Athena Lab, y fuera de las Fuerzas Armadas desde hace seis años, dice que disponer de soldados para resguardar las fronteras con Perú y, sobre todo, con Bolivia, que se extiende alrededor de 850 kilómetros, y que incluye más de 110 pasos por donde hay bandas que realizan contrabandos que van desde cigarros hasta droga, tiene sus riesgos. (Entrevista en La Tercera).

¿Cuáles?

Que gente del crimen organizado o del narcotráfico pueda contactar a determinados funcionarios militares o policiales con la finalidad de llevar adelante sus ilícitos. Para eso se requiere un exhaustivo control permanente en el personal que está cumpliendo estas misiones, pero también fomentar mucho la parte valórica: porque en las Fuerzas Armadas ese es el tema que forma parte de nuestro ADN. Entonces, allí creo que cuando uno tiene acceso a esta noticia, lo que llama la atención es que es una noticia lamentable, pero está dentro de lo esperable.

Podía intuir que esto iba a pasar.

Podría ocurrir, claro. Ahora, cuando ocurre, el tema está en que sea un hecho que no se repita, puntual, pero eso lo tengo que confirmar. Esto es parte del negocio del crimen organizado. Están usando las estrategias que le dan éxito para esto y la estrategia de ellos es infiltrar la institucionalidad completa del Estado. Los militares, los policías son parte de esa institucionalidad. Yo como militar no podría no haber previsto que esto es un riesgo, porque es parte del negocio.

Hay una diferencia entre saber que esto iba a pasar y el haber tomado medidas para dificultar que eso pasara.

Sin duda. Y allí hay, en mi modesta opinión, dos aspectos importantes a destacar. Uno, que las instituciones que están empleadas en esto tienen que extremar sus medidas de contrainteligencia y de seguridad militar. Por cierto, la inteligencia es una herramienta importante para neutralizar el accionar del crimen organizado. Pero también el Estado de Chile tiene que tener una institucionalidad de contrainteligencia y de seguridad. Porque es evidente que está sufriendo el embate de una amenaza que ya no es de seguridad pública, es de seguridad nacional. Entonces, si no tenemos estos cortafuegos de seguridad, evidentemente estamos dando todas las ventajas para que esto ocurra.

¿Qué cosas concretas no estamos haciendo, que sí deberíamos estar haciendo?

O sea, los organismos de contrainteligencia funcionan 24 horas, siete días a la semana, en las distintas áreas jurisdiccionales. Cuando yo tengo empleada, por ejemplo, una unidad militar en frontera, las unidades de inteligencia están operando, haciendo inteligencia, y otras, contrainteligencia de seguridad militar. Están en eso: controlando al personal que está empleado de una u otra forma.

¿Y están haciéndolo?

Yo creo que existe la voluntad y el convencimiento de que hay que hacerlo, pero eso requiere recursos. Lo mismo que en el sur. Yo no puedo tener unidades militares empleadas en la Macrozona Sur, en una misión de estado de excepción constitucional si, al mismo tiempo, las instituciones no ponen núcleos de inteligencia.

¿Para qué?

Para saber qué está pasando y, además, para proteger a la gente que está siendo empleada. O sea, esa gente adicional que cumple funciones de inteligencia, bueno, requiere un presupuesto, requiere de medios tecnológicos, técnicos y humanos para poder cumplir su misión. Pero si yo no los tengo, voy a resentir esa capacidad.

Cuando se supo del caso del sargento y del grupo de cabos que trasladaban droga hacia Santiago salieron dos posibles explicaciones. Una tenía que ver con los bajos sueldos. La otra, con la exposición permanente de personal militar en labores de orden público. ¿A cuál tesis adscribe usted?

Este no es un tema de dinero. Las Fuerzas Armadas, por cierto, tienen un sueldo que es más bajo en general que la administración pública, pero no es un tema de dinero. Porque si fuera un tema de dinero y nosotros estamos en condiciones de subir la apuesta en eso, bueno, el narcotráfico me lo va a subir dos veces. Yo lo vuelvo a subir dos veces, me lo va a subir cuatro veces.

Financieramente no se puede competir.

No, financieramente uno no puede competir con una organización que tiene bastante más recursos. Yo creo que, habiendo estado 40 años en el Ejército, el tema del dinero no es la motivación central que está en la mente y el corazón de cada una de las personas que vive su vocación permanentemente. Lo que debe estar allí alojado son los valores y virtudes militares que nosotros profesamos. Creo que las personas que adhieren a esa hipótesis están equivocadas, porque no es lo fundamental. Además, el crimen organizado tiene recursos mucho más relevantes que los que nosotros podríamos tener. Lo que hay que tener allí es un reforzamiento de los valores, virtudes y, fundamentalmente, una acción de liderazgo en toda la escala militar.

¿A qué se refiere?

En las Fuerzas Armadas existen grados. Si cada grado tiene mando sobre el otro, entonces uno tiene que tener conocimiento permanente sobre quién tengo bajo mi mando, qué está haciendo, qué no está haciendo. Si la persona me pide permiso para ir en tres oportunidades a Santiago, bueno, yo tengo que preguntarle ¿qué está pasando? ¿Tiene algún pariente enfermo? ¿Qué está ocurriendo? Si además veo que en la misma unidad cuatro están yendo a lo mismo, bueno, ahí tiene que operar la contrainteligencia y la seguridad. El punto es que, y yo no tengo la respuesta, si tengo la cantidad de medios suficientes de inteligencia y contrainteligencia para poder controlar a quienes están cumpliendo misiones en la frontera norte, donde tengo un adversario que me va a tratar de afectar.

¿El personal de las Fuerzas Armadas debería estar sujeto a un control más fuerte que otros funcionarios públicos?

Si en la región tenemos una situación de seguridad muy compleja, porque el crimen organizado lo que hace es permear la sociedad completa, en etapas, y una de ellas es infiltrarse en el Estado, ¿no es del todo lógico reforzar todas las medidas de control de los funcionarios que son parte crítica de la institucionalidad nacional? Un ejemplo, ¿crees que el funcionario del MI6 o del Scotland Yard está sometido al mismo control que un ciudadano común y corriente inglés?

Como ciudadano uno esperaría que no.

Exacto, porque la naturaleza de ese empleo es distinto y uno lo sabe cuando ingresa. Los sistemas de inteligencia tienen sistemas de contrainteligencia, no tan solo para advertir el accionar extranjero en el propio país, sino que, además, para la seguridad personal de cada una de las personas que integran las distintas instituciones. En toda democracia occidental donde opera el Estado de Derecho, los funcionarios públicos que ejercen funciones sensibles son objeto de un mayor control a la seguridad.

La otra tesis es que esto es lo que pasa cuando se destina a militares a resguardar el orden público por un tiempo prolongado.

La regla de 3×1 es básica. Si yo quiero tener 100 hombres en frontera, tengo que tener 300 en total: 100 empleados, 100 que se están preparando para hacer el reemplazo y a 100 que saqué de esas misiones y los tengo que reentrenar para que no pierdan su habilidad militar. Entonces, si yo tengo gente en frontera en forma permanente en estos patrullajes, tengo que irlas cambiando por varias razones. Primero, para no estresar a las personas. Segundo, para no exponerlas al accionar del adversario que los puede reclutar, ¿cierto? Por eso es que la rotación es tan importante y requiere que yo tenga los medios humanos para hacerla. Si esa gente permanece más tiempo, es más probable que entre en contacto con estos grupos que van a tratar de infiltrarse.

¿Tenemos el personal suficiente para implementar esa rotación?

Ahí está el punto. He leído en los diarios que no estamos reclutando la cantidad de soldados suficientes. Al menos los que necesitamos para cumplir todas las misiones. Y tampoco tenemos el número de personal de planta y oficiales adecuados para cumplir las distintas misiones que tenemos. Porque estamos en la frontera de la zona norte, en la Macrozona Sur y, además, el Ejército tiene que cumplir en las emergencias y catástrofes naturales. Tenemos que tener claro que la situación de seguridad que está viviendo Chile requiere de un Ejército más grande, pero la realidad muestra que vamos en la dirección contraria. Tenemos más misiones, con menos personal y menos recursos. Esa es la receta para el fracaso.

¿Es un error que el Ejército esté hoy día haciendo labores de orden público?

Yo no diría que es un error. Cuando el país enfrenta una amenaza que dejó de ser de seguridad pública y se transforma en una a la seguridad nacional, es deber del Estado y de los gobernantes adoptar todas las medidas para lidiar con esa amenaza. Entonces, que los militares estén en la frontera o no, obedece a que si el problema es de seguridad nacional, son esenciales para la seguridad nacional. No pueden dejar de cumplir la misión de control de la frontera.

¿Por qué?

¿Qué otra institución en el país conoce mejor la frontera? ¿Qué otra institución del país tiene el equipamiento y entrenamiento para actuar en la frontera? Es una misión que, en circunstancias excepcionales, como la que estamos viviendo, el Ejército tiene que cumplir. Pero para eso hay que dotarlo de medios económicos, humanos, materiales y tecnológicos, para asegurarle que pueda llevar adelante y cumplir en buena forma su misión. Lo que no se puede hacer es darle la misión sin entregarle los medios, porque es asegurar el fracaso.

Dada su experiencia dirigiendo el Estado Mayor Conjunto (EMC), ¿qué función cree que debiese cumplir en esto?

Aquí hablo a título personal: hoy día, si hay una institución en el norte que pueda coordinar los esfuerzos de todos los actores que están en la frontera para tener un mejor control de nuestro país, me atrevo a decir que es el Comando Conjunto Norte. Tiene esa capacidad, informalmente lo ha hecho. En la frontera tiene que haber un organismo que tenga el panorama común, permanente, de lo que está ocurriendo. No se me ocurre a nadie que pueda tener esa capacidad que no sea en el contexto del Comando Conjunto Norte.

¿Cree que situaciones como las que se descubrieron en el norte se van a repetir?

Sin duda que se van a repetir. Si uno examina lo que ocurre en el mundo, incluso en las democracias más avanzadas de Sudamérica, no estamos exentos del accionar permanente de estas organizaciones. Esto es parte de su sobrevivencia: penetrar la institucionalidad de un Estado y seguir avanzando. Si el tema está en que lo detectemos nosotros, por nuestros propios medios, y mantenerlo controlado: que sea una excepcionalidad y no la normalidad. Esto debe ser una bandera roja para preguntarnos qué otras instituciones han sido penetradas por estas mismas organizaciones. Si queremos salvaguardar la seguridad de nuestro Estado, tenemos que preocuparnos de ello. Porque si no, va a ser demasiado tarde cuando nos demos cuenta.

La Tercera 20 de julio de 2025

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