Comentarios y Análisis

ANÁLISIS | Conflicto India-Pakistán visto desde la teoría de la crisis

Los intercambios de fuego entre India y Pakistán parecen, hasta ahora, acotados a la región de Cachemira, lo cual demuestra una voluntad de evitar el punto de no retorno. Ambos países parecen dispuestos a no traspasar las líneas rojas que lleven a la opción nuclear.

8 de Mayo de 2025 Equipo AthenaLab
Compartir
ANÁLISIS | Conflicto India-Pakistán visto desde la teoría de la crisis

Una mujer se encuentra frente a su casa destruida por el bombardeo de artillería paquistaní en la aldea de Salamabad en Uri, a unos 110 kilómetros de Srinagar.

El reciente bombardeo aéreo de India contra supuestas bases de grupos terroristas en Pakistán ha hecho sonar las alarmas por tratarse de un enfrentamiento entre dos potencias nucleares que tienen un largo historial de rivalidad que incluye guerras.

La reciente serie de acontecimientos se desató tras un ataque terrorista el pasado 26 de abril en la zona de Cachemira controlada por India, el que costó la vida a 26 turistas en Pahalgam. El gobierno del primer ministro Narendra Modi acusó a los autores de pertenecer a un grupo islamista amparado por Pakistán, lo cual este país niega.

En consecuencia, el 6 de mayo las fuerzas armadas indias lanzaron una operación de represalia que se materializó el martes con un ataque aéreo de aviones de combate, los que lanzaron sus bombas contra posiciones insurgentes, pero sin traspasar la línea de control que divide Cachemira.

El gobierno del primer ministro Shehbaz Sharif respondió al ataque que habría causado una treintena de muertos con fuego de artillería, registrándose casi una veintena de fallecidos del lado indio. Desde entonces, se reportan combates aéreos y acciones ofensivas con drones explosivos, sin que exista mucha claridad al respecto.

A continuación, AthenaLab ofrece un análisis del conflicto a la luz de la teoría de la crisis.

ANTECEDENTES. El conflicto entre India y Pakistán se arrastra desde el término del dominio británico en el área y el establecimiento de estas dos naciones independientes en 1947. A partir de entonces, ambos Estados han protagonizado crisis y enfrentamientos, así como guerras de corta duración.  Dentro de ellas, la más reciente fue la Guerra de Kargil en 1999[1]. La inestabilidad ha sido la característica más saliente de este conflicto, lo que se manifiesta en frecuentes escaramuzas transfronterizas y escaladas en el uso de la fuerza; por ejemplo, los ataques aéreos de Balakot en 2019[2].

El principal foco de la rivalidad y conflicto es el efecto derivado de la partición entre dos Estados como naciones separadas; particularmente, la situación del principado de Jammu y Cachemira[3]. El problema es que, pese a contener mayoría musulmana en su población, el gobernante de Cachemira decidió adherirse a India, convirtiendo a su región en el tema central de las disputas bilaterales. En consecuencia, Cachemira posee un valor muy simbólico para ambos Estados. Para Pakistán, en función de haber sido fundado como patria musulmana, y para la India, que posee el dominio geográfico del territorio.

COMPARATIVO. Desde el punto de vista de fuerzas armadas convencionales, la balanza se inclina marcadamente a favor de India; por lo demás, es el país más poblado del mundo (1.400 millones) y la quinta economía a nivel global (US$ 13,1 billones de producto interno bruto)[4]. En cambio, Pakistán cuenta con 252 millones de habitantes y su producto interno bruto es de US$ 1,3 billones[5], un décimo que el de su vecino.

Donde se empareja el escenario para ambos es en el campo de las fuerzas nucleares. Los dos países realizaron pruebas con este tipo de armas en 1998; de hecho, Pakistán lo efectuó un poco después que India. Ambos Estados tienen como vectores principales misiles balísticos, aunque también aviones, y en el caso de Nueva Delhi, potencialmente submarinos.

ESCALADA DE LA CRISIS. Un aspecto relevante de mencionar es que, en los estudios estratégicos, la teoría de crisis está determinada por una serie de factores que vale la pena explicitar. Primero, Snyder y Diesing[6] la definen como “una secuencia de interacciones entre los gobiernos de dos o más Estados soberanos en grave conflicto, lejos de la guerra concreta, pero que implica la percepción de una probabilidad de guerra peligrosamente elevada”. En esta materia, existen los siguientes elementos centrales a monitorear en cualquier crisis:

  • Negociación
    • Uso de la fuerza
    • Escalada
    • Disuasión
    • Configuración del poder / intereses / percepciones
    • Uso de ley internacional
    • Comunicación, diplomacia.

Por otra parte, Ole R. Holsti[7] define la crisis como “una situación que surge en forma sorpresiva, que desencadena un proceso de toma de decisiones del más alto nivel político, en que la posibilidad del uso de la fuerza se torna muy probable”.  En conformidad con lo anterior, no existiría duda de que nos encontramos en una nueva crisis en donde los elementos anteriormente detallados se expresan en este diálogo y lógica estratégica por ambas partes.

Las crisis poseen tres fases: la precrisis, que es el estado de latencia, donde el malestar y la tensión están presentes esperando ser estimuladas.  La segunda fase, la escalada, se manifiesta en un duelo estratégico por las acciones de un actor y la consecuente respuesta del otro, en una reacción que cada vez agrava dicha escalada. Lo relevante en la escalada es no llegar al punto de no retorno, a menos que se tenga la intención de llegar al enfrentamiento bélico. De allí que identificar el probable punto de retorno de la crisis en el contexto de la escalada deba siempre estar a lo menos identificado y previsto.

En la gráfica que se anexa[8] se exponen, en forma general, las etapas de la crisis, pudiéndose identificar, en el proceso respuesta reacción, la fase escalada de la crisis.

En consecuencia, podríamos afirmar que nos encontramos ante una crisis entre India y Pakistán en la etapa de respuesta, reacción que configura la escalada de la crisis, donde la clave es no alcanzar el punto de no retorno, porque daría paso a la guerra entre estas dos potencias con capacidad nuclear, donde su uso siempre va a estar en la esfera de lo no deseable, pero posible. En este caso, en particular, se estima poco probable su empleo, ya que los objetivos no son vitales.

Adicionalmente, ambos países han adoptado estrategias indirectas para evitar un conflicto a gran escala, no sobrepasando este punto de no retorno. Por un aparte, India prioriza los despliegues rápidos y de fuerza limitada para evitar una escalada nuclear, y por la otra, Pakistán apoya y ha apoyado a actores no estatales y grupos militantes para ejercer presión sobre India sin involucrar directamente a su ejército.

En esta dinámica, o escalada, ambos actores han hecho uso del “concepto de compulsión”, de Thomas Schelling[9], que ayuda a explicar el comportamiento en situaciones de conflicto durante períodos de paz formal. La compulsión implica el uso de fuerza limitada, o amenazas, para coaccionar a un adversario a detener un comportamiento indeseado. Por ejemplo, el reciente bombardeo indio se hizo por medio de aviones de combate que no incursionaron el espacio aéreo pakistaní, lo que hubiese constituido una violación flagrante de la soberanía de Pakistán.

TERRORISMO: DOBLE JUEGO. El bombardeo de India a Pakistán se presenta como una represalia contra grupos terroristas que operan desde ese país para atacar en Cachemira, algo que Islamabad niega.

En redes sociales, el Frente de Resistencia (TRF, por sus siglas en inglés), un grupo radical bastante nuevo y designado como “organización terrorista” por el gobierno indio, reivindicó el ataque. Desde Nueva Delhi se lo vincula con el conocido grupo yihadista Lashkar-e-Taiba (LeT)[10].

LeT fue responsable, entre muchas acciones terroristas más, del ataque contra un hotel en Mumbai, en 2008, en el cual murieron 166 personas, incluidos muchos extranjeros.

Este grupo es perseguido en Pakistán y sus cabecillas son buscados; aunque persisten dudas de ello, sobre todo porque el Servicio de Inteligencia Interservicios (ISI, por sus siglas en inglés) tiene una fama bien ganada de emplear fuerzas subsidiarias para golpear de forma indirecta a sus enemigos.

De hecho, LeT se crea a mediados de la década de 1980, justo cuando el servicio de inteligencia pakistaní servía como intermediario para entregar armas estadounidenses a los mujaidines que combatían a las tropas soviéticas en Afganistán, algunos de los cuales terminarían formando Al Qaeda.

El ISI también desarrolló una relación de conveniencia con los talibanes y otras redes islamistas asentadas en la frontera afgano-pakistaní durante la Guerra Global contra el Terrorismo desatada por Estados Unidos tras los atentados de 2001 en Nueva York y Washington[11].

De hecho, Washington no informó en 2011 a Islamabad de su operativo para matar a Osama bin Laden, que se encontraba oculto en la ciudad pakistaní de Abbottabad, muy cerca de la Academia Militar. Esa acción desató una crisis diplomática, pero también demostró la falta de confianza entre ambos países, pese a que desde suelo pakistaní se enviaban suministros por tierra a las bases estadounidenses en Afganistán.

Es decir, las sospechas del doble juego del ISI son de larga data, así como su habilidad para desenvolverse en la complicada área donde concurren países como China, India, Irán y otros, así como toda clase de grupos radicales con distintas agendas.

ROL DE EE.UU. Y CHINA. Inmediatamente conocido el bombardeo de India a supuestas bases terroristas en Pakistán, Estados Unidos y China solicitaron a las partes “moderación” y “autocontrol”; sin embargo, cuán profundo puedan calar esos llamados depende mucho del alcance actual de las relaciones entre los beligerantes y las dos grandes potencias.

Si bien en medio de su rivalidad sistémica con China, Estados Unidos ha buscado un acercamiento con India que se traduce, por ejemplo, en la conformación del grupo de coordinación diplomática llamado “Quad” (que incluye a Australia y Japón); en la adopción de una estrategia hacia el Indo-Pacífico, y en ejercicios navales combinados. Desde luego, la relación con India no es lineal en muchos ámbitos.

Nueva Delhi no ha condenado la invasión rusa a Ucrania y sigue importando petróleo y armas de ese país, desconociendo la validez de las sanciones económicas occidentales. Asimismo, este país hace parte de los BRCIS+, foro que incluye a Brasil, Rusia, China, Sudáfrica y otros más.

Como suele explicar el canciller S. Jaishankar, no se puede pedir coherencia en tiempos cambiantes, e India resuelve su posición caso a caso, siempre teniendo el interés nacional del país como orientación[12]. Y en cuanto a la relación con Pakistán y, especialmente, el asunto de Cachemira se trata como un problema interno donde otras potencias no tienen mucho espacio para intervenir, más allá de opinar.

Si bien el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que “conoce muy bien a las partes” y afirmó que desea que “paren ahora” su disputa, lo cierto es que hoy su gobierno no tiene embajador en India ni tampoco un subsecretario adjunto para asuntos del centro y sur de Asia.

En el caso de Pakistán, su relación con Washington está a la baja tras el repliegue estadounidense de Afganistán en 2021 y plagada de sospechas mutuas que se alimentaron durante dos décadas de la Guerra Global contra el Terrorismo en la región. Por lo mismo, Islamabad ha buscado mejorar su relación con China, lo que se ha traducido en apoyo diplomático, venta de equipo militar (cazas y misiles) y la llegada de millonarias inversiones.

De hecho, una de las joyas de la corona del proyecto chino de la “Nueva ruta de la seda” se encuentra en suelo pakistaní. Se trata de un corredor vial que cruza todo el país, para conectar a China con el océano Índico, sin tener que pasar cerca de aguas controladas por India. Esta ruta, que termina en el megapuerto de Gwadar, implicó la inversión de casi US$ 50.000 millones por parte de Beijing.

“China lamenta la última acción militar de la India y está preocupada por el actual desarrollo de los acontecimientos. India y Pakistán son vecinos inseparables, y también vecinos de China”, advirtió un portavoz de la cartera de Relaciones Exteriores de Beijing.

En el pasado, India y China han librado guerras por disputas fronterizas (1962 y 1967, las principales) y frecuentes escaramuzas en las alturas de los Himalayas. El último enfrentamiento en 2020 dejó 20 soldados indios muertos y cuatro militares chinos fallecidos.

Tras una pausa de cuatro años, en diciembre de 2024 Beijing y Nueva Delhi acordaron reducir las tensiones en la zona en disputa, con los intercambios de información sobre patrullaje para evitar encuentros inesperados. Sin embargo, eso no implica que ambos países vayan a reducir el despliegue militar permanente de tropas y artillería.

En tal lógica, el acercamiento entre China y Pakistán parece de una lógica estratégica elemental. Y, ciertamente, el llamado de Beijing a la calma en Islamabad tiene más probabilidades de surtir efecto que el de Washington, porque en caso de un conflicto armado, el régimen de Xi Jinping enfrentaría la desestabilización de una de sus fronteras más complejas y podría sufrir la potencial pérdida de activos invertidos.

Días antes del bombardeo indio, el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, quien visitó India recientemente, había dicho que esperaba una respuesta del gobierno de Modi contra los terroristas que no abriera un conflicto mayor y deseaba que Pakistán colaborara en la persecución de los autores de los ataques. Nada de eso se ha cumplido, por lo visto.

Residentes se reúnen mientras el personal de policía inspecciona el lugar donde un presunto dron fue derribado en Karachi el 8 de mayo. (AFP)

CONCLUSIONES. Nuevamente, vemos que el empleo del recurso de la fuerza parece ser la opción de las potencias regionales cuando desean hacer prevalecer sus intereses. En la misma semana que Israel ataca a los rebeldes hutíes y Rusia arremete contra Ucrania, observamos un enfrentamiento armado entre India y Pakistán.

Todo lo anterior es prueba del acelerado deterioro del orden mundial basado en reglas posteriores a la Segunda Guerra Mundial y del ingreso a una etapa de transición que se caracteriza por su volatilidad, donde los países trazan sus esferas de influencia y no escatiman emplear todos los instrumentos del poder nacional para alcanzar sus objetivos.

La falta de instancias de diálogo entre potencias y la pérdida de importancia de las instituciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas, para evitar conflictos son una muestra de ello.

Los intercambios de fuego entre India y Pakistán parecen, hasta ahora, acotados a la región de Cachemira, lo cual demuestra una voluntad de evitar el punto de no retorno. Ambos países parecen dispuestos a no traspasar las líneas rojas que lleven a la opción nuclear, donde caerían ataques contra bases militares mayores fuera del teatro de operaciones y también acciones ofensivas contra infraestructura crítica vital, o bien golpes contra el liderazgo político del país.

Equipo AthenaLab

8 de mayo de 2025


[1] Ver publicación: Ashley J. Tellis, Cristine Fair y Jamison Jo Medby. Limited Conflicts Under the Nuclear Umbrella: Indian and Pakistani Lessons from the Kargil Crisis. RAND Corporation, Santa Monica, California, 2001. Disponible en: https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/monograph_reports/MR1450/RAND_MR1450.pdf

[2] Deependra Singh Hooda, “Three Years after Balakot: Reckoning with Two Claims of Victory”. Stimson Institute, disponible en: https://www.stimson.org/2022/three-years-after-balakot-reckoning-with-two-claims-of-victory/

[3] India y Pakistán se han enfrentado desde 1947 en los siguientes conflictos armados: 1947, 1965, 1971 y 1999. Además, durante los últimos 25 años ha habido recurrentes intercambios armados en 2001, 2008, 2016 y 2019.

[4] https://www.cia.gov/the-world-factbook/countries/india/factsheets/

[5] https://www.cia.gov/the-world-factbook/countries/pakistan/

[6] Ver: Glenn H. Snyder y Paul Diesing. Conflict Among Nations: Bargaining, Decision Making, and System Structure in International Crises. Princeton University Press. 1977.

[7] Ver: Ole R. Holsti. Crisis Escalation War. McGill-Queen’s University Press, Montreal and London. 1972.

[8] Gráfica ilustrativa, elaborada por J. Griffiths, con conceptos de Teoría de Crisis y usado en clases de Seguridad y Estrategia.

[9] Thomas C. Schelling. Arms and Influence. Yale University Press. 2020.

[10] https://www.dni.gov/nctc/groups/lt.html

[11] Rashid, A. (2009). Descenso al caos. EE. UU. y el fracaso de la construcción nacional en Pakistán, Afganistán y Asia Central. Atalaya.

[12] Jaishankar, S. (2020). The India Way: Strategies for an Uncertain World. HarperCollins India.

Sobre el autor

Equipo AthenaLab

Temas relevantes

suscripcion

No te pierdas ninguna actualización

Suscríbete a nuestro newsletter de forma gratuita para mantenerte informado de nuestros lanzamientos y actividades.

Suscribirse