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ANÁLISIS | Medio Oriente en transición: Israel (+ EE.UU.) versus Irán

23 de Junio de 2025 Marcelo Masalleras
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ANÁLISIS | Medio Oriente en transición: Israel (+ EE.UU.) versus Irán

Edificios destruidos por un ataque de EE UU a Irán

Muchas cosas tuvieron que ocurrir en Medio Oriente para que, finalmente, Estados Unidos decidiera intervenir de forma directa con un bombardeo aéreo de precisión sobre tres sitios que forman parte central del programa nuclear de Irán.

Ciertamente, la madrugada del 13 de junio Israel inició una nueva etapa en el conflicto con los ataques realizados a territorio iraní. En esta fase, el objetivo primordial era afectar seriamente el programa nuclear y las capacidades estratégicas y, al parecer, también la estabilidad del régimen de Teherán. Se bombardearon complejos, como el de Fordo, y se destruyeron lanzadores de misiles e instalaciones de fabricación de este tipo de armas. Del mismo modo, ya sea a través de su campaña aérea o mediante la ejecución de operaciones especiales, se eliminaron importantes científicos del programa iraní y altos jefes de su estructura militar. En los días siguientes, la situación escaló con la respuesta de Teherán, la que ha generado un número relevante de muertos y heridos en Israel —algo distinto a lo ocurrido el año pasado—; no obstante, un daño mucho más limitado que el observado sobre Irán, considerando que Israel continuó con sus operaciones y objetivos en los días siguientes.

El problema de fondo en Medio Oriente, ilustrado en el conflicto Israel-Irán, tiene su punto central en el régimen clerical de Teherán y sus pretensiones de obtener una capacidad militar nuclear. Todo se aceleró tras el ataque de la milicia terrorista Hamás del 7 de octubre de 2023.  Como Irán no comparte fronteras con Israel (lo que siempre limitará el conflicto), creó un cinturón alrededor de su rival, al que denominó “Eje de la resistencia”. Por tanto, actuaba a través de fuerzas subordinadas, o proxies, como Hamás en Gaza y Cisjordania; los hutíes, desde Yemén; milicias en Irak; el régimen sirio y, sobre todo, Hezbolá, en el Líbano. 

El problema para Irán es que el ataque del 7 de octubre de 2023 generó una respuesta aplastante que no vio venir, ya sea por su magnitud como por los alcances. Israel destruyó primero la capacidad militar de Hamás, después se concentró sobre Hezbolá, al que también redujo a un actor menor. Paralelamente, mantuvo una posición defensiva frente a los rebeldes hutíes con la ayuda de otros países y, además, sus acciones contribuyeron a la caída del régimen de Bashar al Assad, en Siria, en diciembre último. Es decir, todo el entramado mediante el cual Irán amenazaba y disuadía a Israel ha sido diezmado o severamente degradado en cosa de 15 meses.

Ahora bien, ¿qué interés podría tener Israel en atacar directamente a Irán si sabía que tenía miles de misiles que podrían ser empleados para lanzar una represalia? Primero, Tel Aviv nunca se quedaría de brazos cruzados mirando a Teherán obtener capacidades nucleares, y además se disponía de información de inteligencia sobre el desarrollo militar de las mismas. Segundo, el régimen de los ayatolás es una amenaza permanente y existencial para los israelitas, puesto que públicamente predica la destrucción del Estado judío. Y tercero, el gobierno del presidente Donald Trump era menos proclive a bloquear una incursión de esta magnitud. Entonces, se abrió una ventana de oportunidad para actuar, además que ya para octubre del año pasado las fuerzas israelíes habían prácticamente destruido la capacidad de defensa aérea de Irán. A esto se añade que el régimen se encuentra muy debilitado, por su incapacidad de defenderse y causar daños graves en respuesta, a la vez que la economía languidece por décadas de sanciones y se recrudece la represión interna.

Desde luego, al momento de lanzar su ataque, Israel también buscó elementos de contexto internacional para hacerlo justificable. Se produjo después de que se dieran a conocer los informes de la Organización Internacional de Energía Atómica, los que advertían que el programa nuclear iraní había avanzado peligrosamente en el enriquecimiento de uranio (ya estaba sobre el 60%, siendo el nivel militar del orden del 90%). Las negociaciones con EE.UU. también estaban estancadas. Por un lado, se había cumplido (un día antes del ataque) el plazo del presidente Trump para llegar acuerdo e Irán, por otro, había rechazado las últimas condiciones propuestas por Washington.

En sus sucesivas misiones, las fuerzas israelíes lograron dañar buena parte de la capacidad nuclear de Irán, eliminar gran cantidad de misiles (sus lanzadores y fábricas de estos) y matar a la mayor parte de la cúpula militar y científicos nucleares del programa iraní. Sin embargo, sólo EE.UU. disponía de las bombas antibúnker capaces de destruir las instalaciones de Fordo, las que estaban muy protegidas, a decenas de metros bajo tierra, y rodeadas de capas de concreto. Israel no podía concluir esta etapa sin la participación de Washington; incluso sabiendo de la existencia de intereses y bases estadounidenses en la región, las que están al alcance de los misiles iraníes y de milicias proclives, lo cual suponía un riesgo a la hora de determinar su participación. Además, las fuerzas navales iraníes son una amenaza en el estrecho de Ormuz, paso obligado del 20% del comercio mundial de petróleo, el que en su mayoría nutre economías asiáticas.

Por lo tanto, habiéndose cumplido los plazos y teniendo un escenario favorable y de menor riesgo —ya que Israel había hecho la mayor parte—, EE.UU. lanzó la operación “Martillo de Medianoche”, que, según detalló el Pentágono, incluyó la participación de siete aviones furtivos B-2, los que arrojaron 14 bombas GBU-57 en las instalaciones nucleares de Natanz, Fordo y Isfahán, tras protagonizar un vuelo transcontinental, donde fueron apoyados por aeronaves de reabastecimiento en vuelo y escoltados por cazas. Se estima que, en esos blancos, Irán mantenía stocks de material radiactivo y una capacidad de enriquecimiento de uranio suficiente para continuar su camino a la obtención de una bomba nuclear en cosa de semanas, según expertos.

Sobre los daños causados por el bombardeo, el que además incluyó  ataques combinados con misiles Tomahawk desde un submarino, existen versiones que hablan desde una destrucción irreversible por parte de Washington hasta el intento de minimizar el impacto por parte de Teherán. Lo cierto es que el régimen de los ayatolás va a tener que pensar muy seriamente si prosigue con su búsqueda del arma atómica, a pesar de la experiencia tecnológica, técnica y científica acumulada por años. La amenaza de Israel y Estados Unidos se materializó. De continuar por la misma línea, lo seguirán golpeando.

Parece clave centrarse ahora en la necesidad de supervivencia del régimen del ayatolá Jamenei. Los regímenes autocráticos siempre tienen como prioridad su mantención en el poder por sobre cualquier otra consideración y pareciera que esta podría ser la ocasión. Ahora habrá que esperar la magnitud, intensidad y alcance de la respuesta de Teherán tras el ataque de Estados Unidos. Ahora bien, el abanico de alternativas no se limita al uso convencional de la fuerza militar, pues para los iraníes el ciberespacio y las acciones terroristas han estado en su portafolio por décadas, de modo que el dilema no es menor.

Si Teherán ataca los intereses estadounidenses, podría desencadenar una campaña militar aún mayor en su contra, algo que el presidente Trump ya ha advertido.  En cambio, si limita sus pretensiones y accede a un trato con Washington, Bruselas y otros países de la región (nunca con Israel), esto podría ser visto internamente como una concesión y debilidad. En el caso de Israel, se detendrá sólo si evalúa que el objetivo de la guerra ha sido cumplido y si Irán no está en condiciones de obtener una bomba nuclear durante los próximos años, o décadas. Idealmente para Tel Aviv, todo esto termina con un cambio de régimen, cuyo desenlace podría impactar en las dinámicas de la región de forma imprevista.

Todo indica que se está frente a un período que marcará cambios geopolíticos y estratégicos en Medio Oriente, pues se ha debilitado severamente a Irán, cuyo régimen teocrático va a tener que adoptar medidas domésticas para sobrevivir. También se demostró la fortaleza de Israel, al menos desde la perspectiva militar, la sofisticación de su inteligencia y su determinación por sobrevivir. Desde luego, quedó claro que EE.UU. mantendrá su apoyo a Tel Aviv, llegando incluso a intervenir militarmente.

Frente a estas realidades, el resto de la región —los árabes, en particular— y otras potencias globales más bien observan antes de sacar cálculos. China, principal comprador de petróleo de Teherán, no ha dado muestras de apoyo ni de condena, pero mantiene fuertes lazos y comparte intereses con Irán. También es consciente de que un Estados Unidos atado en Medio Oriente contará con menos activos en el Pacífico. Rusia, otro socio cercano de los ayatolás, condenó el ataque estadounidense, tildándolo de irresponsable y cuestionando que lo haya realizado un país que es miembro permanente del Consejo de Seguridad. Sin duda, una posición comprensible y paradojal de Moscú; el invasor de Ucrania adquiere drones iraníes para emplear en este conflicto y ahora verá limitado su acceso a estas armas. Por su lado, la Unión Europea aseguró que los iraníes no deben contar con material nuclear ofensivo e instó a las partes a negociar.

Finalmente, resulta difícil de predecir si esta situación en Medio Oriente puede escalar a nivel global, pero hoy parece poco probable. Los intereses en juego de las grandes potencias no parecen ser relevantes. Dentro de todo, el ataque de Estados Unidos fue muy puntual y con un objetivo claro. Otro escenario se abriría si las fuerzas iraníes intentan cerrar el estrecho de Ormuz, una de las vías clave del comercio mundial de petróleo. Varios países exportadores del golfo Pérsico no podrían aceptar esa situación ni tampoco los compradores asiáticos y las marinas occidentales que velan por la libertad de navegación. Pero esa es sólo una hipótesis.  Tampoco es factible visualizar si esta etapa de confrontación ha terminado, ya que mucho dependerá de qué hará Irán finalmente.

Por ahora, corresponde tomar distancia y esperar que la situación comience a decantar para hacer una evaluación mejor y más completa de los cambios geopolíticos y estratégicos que se avecinan, en el marco de lo que ya es una remodelación regional mayor.

Marcelo Masalleras, investigador senior AthenaLab

23 de junio de 2025

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