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COMENTARIO | Con un portaaviones en el Caribe, EE.UU. remarca la importancia de asegurar su “tercera frontera”

El despliegue del portaaviones "USS Gerald R. Ford" en el Caribe intensifica el cerco militar sobre Venezuela, elevando la alerta en el país. Aunque el Pentágono lo justifica como una operación antinarcóticos, la magnitud de la fuerza naval sugiere un interés en un posible cambio de régimen y busca reafirmar la esfera de influencia de EE. UU. en el hemisferio occidental.

12 de Noviembre de 2025 AthenaLab Juan Pablo Toro
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COMENTARIO | Con un portaaviones en el Caribe, EE.UU. remarca la importancia de asegurar su “tercera frontera”

El buque de guerra más grande y poderoso del mundo acaba de integrarse a la IV Flota de la Armada de los Estados Unidos, en una prueba más de que hoy no existen océanos ni mares periféricos; todos son centrales para la seguridad de un mundo interconectado.

Con el ingreso del portaaviones “USS Gerald R. Ford” y su grupo de batalla en el Caribe, el cerco militar en torno a Venezuela no solo se estrecha, sino que prácticamente se anula la posibilidad de defensa del régimen de Nicolás Maduro que vive días frenéticos, entre anuncios de movilizaciones masivas —que no suelen ocurrir— y planes desesperados de resistencia.

De hecho, el ministro de la Defensa y jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, general Vladimir Padrino López, respondió elevando los niveles de alerta militar en Venezuela, que lleva más de tres meses observando cómo Estados Unidos acumula y acumula buques, aviones e infantes de marina afuera de sus aguas territoriales.

“Estas fuerzas mejorarán y ampliarán las capacidades existentes para interrumpir el narcotráfico y debilitar y desmantelar las organizaciones criminales transnacionales”, explicó el portavoz principal del Pentágono, Sean Parnell, a pesar de que el poderío bélico americano es tal que lleva a pensar más bien en un cambio de régimen, ya sea forzado o voluntariamente motivado.

Las declaraciones y reportes desde Washington han sido ambiguos al respecto, dando a entender, al mismo tiempo, que Maduro tiene los días contados, que estaría intentando negociar alguna salida, que no habrá ataques terrestres —ni menos una invasión tipo Granada 1983 o Panamá 1989— o que se viene una campaña masiva de bombardeos contra infraestructura militar y logística empleada por traficantes.

Desde que el presidente Donald Trump decidió aplicar el enfoque de la guerra global contra el terrorismo lanzada por George W. Bush en 2001 a la guerra contra las drogas patentada por Richard Nixon en 1971, al menos 19 embarcaciones cargadas presuntamente con droga han sido atacadas con misiles lanzados probablemente por drones y más de 75 personas han muerto. El respeto a la legalidad internacional a la hora de destruir naves sospechosas en el mar no ha sido obstáculo para llevar a cabo esta campaña mayormente en aguas caribeñas, aunque el grueso de la cocaína que viaja a Estados Unidos lo hace por el Pacífico. Sin embargo, Reino Unido decidió suspender de forma temporal el intercambio de inteligencia sobre actividades ilícitas en el Caribe con sus socios americanos, mientras Francia criticó directamente la validez de las acciones.

Si bien llamativo, el despliegue del portaaviones no parecería justificarse por la cercanía de Estados Unidos con Venezuela —a dos horas en un vuelo comercial— y porque este país cuenta con acceso a pistas en el Caribe, especialmente en Puerto Rico. Más bien se trata de reforzar el mensaje de lo que será la nueva postura de fuerza de Estados Unidos hacia el hemisferio occidental. Básicamente, se está volviendo a redibujar la esfera de influencia en el mismo lugar donde ese país se convirtió en un imperio a fines del siglo XIX y principios del XX, por medio de una serie de intervenciones militares sucesivas.

“Mediante un compromiso inquebrantable y el uso preciso de nuestras fuerzas, estamos preparados para combatir las amenazas transnacionales que buscan desestabilizar nuestra región”, afirmó el almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur, quien hizo estas declaraciones en un momento en que se reportan diferencias internas en el gobierno estadounidense sobre las acciones que se ejecutan en el Caribe. “El despliegue del grupo de ataque del portaaviones ‘USS Gerald R. Ford’ representa un paso fundamental para reafirmar nuestra determinación de proteger la seguridad del hemisferio occidental y del territorio estadounidense”, agregó Holsey, quien dejará su cargo en un mes más, completando apenas un año en lugar de los tres previstos.

Un patrullero océanico venezolano escolta un tanquero pañameno cerca de Puerto Cabello (AFP).

Lo que se consideró alguna vez un “Lago americano”, dejó de serlo en los primeros 25 años de este siglo en la medida en que Washington enfocó sus despliegues posteriores a la Guerra Fría en el Medio Oriente y los mares cercanos a China. En este período, nuevas dictaduras, como la venezolana y nicaragüense, y antiguas, como la cubana, abrieron sus puertos a países como Rusia, China e Irán.

Fragatas, cruceros, buques de recolección de señales e incluso un submarino de propulsión nuclear rusos han ingresado al Caribe en la última década en misiones de exhibición de la bandera y monitoreo de la flota estadounidense, desatando una preocupación creciente. A su vez, China prepara la instalación de una zona económica especial en Antigua y Barbuda, mientras Irán ha suministrado lanchas misileras a la armada venezolana.

Aunque cueste dimensionarlo, la cuenca caribeña, con sus 2.750.000 km², es más grande que la del Mediterráneo y en ella se encuentran un paso interoceánico (Canal de Panamá); importantes puertos de distribución de carga, como Colón (Panamá), Kingston (Jamaica) y Freeport (Bahamas), e incluso territorios de países europeos (Francia, Reino de los Países Bajos y Reino Unido).

Cuando Estados Unidos reconstituyó la IV Flota en 2008 dentro de la jurisdicción del Comando Sur, algunos gobiernos socialistas de la época levantaron las cejas con preocupación, pero, con el paso del tiempo, quedó claro que solo era una flota operativa y no contaría con activos propios. En efecto, se plegarían a ella las embarcaciones en el área con tareas específicas y temporales.

Ahora, con la incorporación de un portaaviones, que se suma a destructores, buques de asalto anfibio y otras naves auxiliares ya posicionadas, Estados Unidos remarca la importancia que le asigna a su llamada “tercera frontera” en el Caribe. También escala la crisis con Venezuela a niveles no vistos en décadas y alimenta la expectativa sobre el próximo paso de la administración Trump, que por lo visto demora en llegar. Sobre todo, cuando la contundencia del poder naval desplegado contrasta con la poca certeza sobre sus efectos finales, ya que lo que empezó como una operación antinarcóticos, hoy parece avanzar hacia otro rumbo.

Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab

12 de noviembre de 2025

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