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COLUMNA | Chile, China y los Estados Unidos de América
A contar del 2026 no sólo vamos a tener buenas relaciones económicas con China, sino también completas con los Estados Unidos, país que es nuestro segundo socio comercial y uno con el que compartimos valores como la democracia y el irrestricto respeto a los derechos humanos.
Habiendo pasado las elecciones del domingo 14 de diciembre en que no hubo sorpresas y pasó lo que tenía que pasar según los encuestadores, y teniendo un Presidente electo para que asuma el liderazgo de Chile el 11 de marzo de 2026, es hora de mirar uno de los problemas más importantes que tenemos desde la perspectiva de la seguridad nacional, que no es otro que la relación con las dos potencias globales, los Estados Unidos de América y la República Popular China.
Claramente la relación con los Estados Unidos fue descuidada y maltratada durante la administración del Presidente Boric, una administración en donde las relaciones exteriores fueron manejadas más bien representando el interés personal, gustos e ideologías del Mandatario y no necesariamente buscando lo mejor para el interés nacional.
La buena noticia es que el lunes 15 se recibieron mensajes de felicitaciones de parte del Presidente Trump, el secretario de Estado Rubio, el subsecretario Landau y el novel embajador Judd, todos manifestando su interés de trabajar con el nuevo gobierno, algo que obviamente es del interés del Presidente electo, quien obviamente se los hizo saber.
Durante los cuatro años del gobierno del Frente Amplio (FA) las relaciones a nivel de gobierno no fueron buenas, pero funcionales. Las relaciones económicas, las de nivel universitario y entre Fuerzas Armadas y policías mantuvieron su curso, basadas en años de confianzas y conocimientos mutuos que van más allá de los gobiernos de turno, por lo que hay una base desde la cual actuar y recuperar en forma rápida la relación histórica que hemos tenido.
En el intertanto otros países de la región como son nuestros vecinos del Perú y la Argentina gozan de excelentes relaciones con los Estados Unidos. El primero está en proceso de convertirse en aliado extra-OTAN y el segundo tiene un alto nivel de sintonía con el gobierno del Presidente Trump, que entre otras cosas les ha permitido tener acceso a condiciones financieras que les ha ayudado en su recuperación económica y restablecer sus niveles de equipamiento militar en las tres ramas de sus Fuerzas Armadas.
Evidentemente el tema de los aranceles causo preocupación en la región. Chile no salió tan mal parado y nuestra relación económica en lo general no fue impactada significativamente, no así con algunos daños en industrias que venían estresadas por su realidad global, como es la del vino.
La que está causando interés es la nueva estrategia de seguridad nacional publicada a fines de noviembre de 2025, una que coloca un fuerte acento en el hemisferio occidental y en particular en las Américas, en lo que algunos han llamado la vuelta de la doctrina Monroe. La verdad es que el país del norte nunca dejó de lado a Latinoamérica, sólo que ahora aumento su interés desde la perspectiva de su seguridad nacional.
La seguridad de Estados Unidos se ve afectada por varios elementos a ser entre otros, las potencias nucleares no amigas, países y organizaciones declaradamente enemigos de ellos como es Hezbollah o Irán, más aún si se instalan a cortas distancias como es en Venezuela o Cuba, o los carteles narco que buscan ingresar drogas, y la inmigración ilegal.
Por eso es por lo que no es de extrañar las acciones que están realizando sobre Venezuela y las que puedan llegar a ejecutar sobre los carteles colombianos, todas acciones que desde la perspectiva de la seguridad nacional tienen mucha lógica. Ellos no buscan cambios de régimen o hacerse cargo de países. Lo que buscan es eliminar la capacidad del narco de meter drogas a su país. Ello es obvio y natural desde el minuto que la droga ha matado más ciudadanos americanos que todas las guerras en las que han participado.
Chile no es lugar de salida para la droga que va al país del norte, pero sí un país cercano a China y mientras esa relación sea estrictamente comercial no hay problemas, pero si se transforma en algo más es de esperar una reacción de los norteamericanos. Ellos han sido claros en que no quieren una influencia de los chinos en temas más allá del comercio de bienes y servicios. No quieren ver inversiones en infraestructura, generación y transmisión eléctrica, minerales raros, telecomunicaciones, procesamiento y transporte de datos, y por sobre todo en lo militar y estratégico, en temas que les den una posición desde la cual afectarlos a ellos, como es el caso actual de Venezuela, y de ciertos países del Caribe y Centroamérica.
En paralelo a la publicación de la estrategia de seguridad nacional americana, los chinos publicaron un documento en que actualizan y clarifican sus expectativas respecto de la relación con los países latinoamericanos, que se podría traducir en querer avanzar más allá de relaciones estrictamente comerciales, algo que no necesitan realizar por estar este continente fuera de su área más inmediata de influencia y uno que no afecta su seguridad nacional. Queda la impresión de que lo hacen para importunar a los norteamericanos.
Los norteamericanos no sólo quieren estar seguros en su propio continente, sino también evitar que China efectivamente se transforme en una potencia global con capacidades similares a ellos y, por ende, que puedan colocar en riesgo su existencia. No dejarlos tomarse Taiwán o ser los patrones de Asia son acciones que van en esa dirección. Por ahora el soporte americano a Japón, Corea del Sur, las Filipinas, y Australia está asegurado. Rusia e Irán no tienen la misma importancia mientras no hagan tonterías o asuman posturas peligrosas en lo nuclear, por lo que no se van a desgastar mucho en apoyar a los europeos o los ucranianos.
Chile como dijo recientemente el excanciller Moreno, presidente del Comité Chileno de Relaciones Exteriores debe buscar no meterse y caer en la lucha china-norteamericana. Eso es fácil decir y más difícil de cumplir cuando uno no quiere sentirse inseguro por presencia China en Chile más allá de lo comercial, y el otro quiere pasar a una relación de más profundidad, algo que no necesita hacer desde la perspectiva de su propia seguridad, y que sólo tiene lógica pensando en que quieren disgustar o molestar a Norteamérica.
Ya veremos cómo se desarrollan las cosas, pero está claro que a contar del 2026 no sólo vamos a tener buenas relaciones económicas con China, sino también completas con los Estados Unidos, país que es nuestro segundo socio comercial y uno con el que compartimos valores como la democracia, el irrestricto respeto a los derechos humanos, la libertad individual, el concepto de la familia y los principios de la sociedad cristiano occidental.
Para cerrar, Chile necesita a China tanto como ellos nos necesitan a nosotros. Si actualmente compran en Chile es por alguna razón y esa razón no va a desaparecer.
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