Si miramos más allá de la espesa bruma política que estos días cubre Londres, resulta interesante notar cómo el Reino Unido, en vez de entrar en una parálisis, está dando pasos concretos para reforzar su presencia internacional bajo la visión de una «Global Britain», que tiene expresiones en campos como la economía o la defensa.
Es indudable que el Brexit ha creado una crisis interna compleja, y ha sembrado incertidumbre respecto del futuro de la relación con la Unión Europea (UE), pero resulta casi imposible percibirla en la capital británica más allá de las tapas de diarios. Lugares como Trafalgar Square siguen repletos de turistas que agotan los últimos días del verano, la City transpira actividad y se acaba de realizar una de las ferias de defensa más grandes del mundo en Docklands.
En otro país con una institucionalidad menos robusta, una crisis de igual magnitud habría generado disrupciones mayores y visibles. El mismo Primer Ministro Boris Johnson ha tenido que recordar estos días que las leyes son un límite a sus ambiciones y que su problema ya no es llegar al poder, sino intentar retenerlo frente un Partido Conservador dividido, nuevos alineamientos políticos y probablemente elecciones.
Como un país que ha experimentado coyunturas bastantes más severas en su historia (Segunda Guerra Mundial mediante), tras conversar con algunos funcionarios y reputados expertos esta semana en Londres, se podría afirmar que aprecian el Brexit como esos huracanes que se forman de categoría devastadora en el mar, pero cuyo potencial destructivo real solo se conoce si no se desvían y efectivamente llegan a tierra, donde a veces suelen terminar debilitados. Un daño que, por lo demás, se puede minimizar si se toman medidas preventivas.
Esta semana, en medio de esa ronda de promoción de inversiones conocida como Chile Day, fue ampliamente celebrado que nuestro país firmara un tratado de libre comercio con el Reino Unido, con el fin de mantener invariables las condiciones de intercambio entre ambas economías más allá de lo que suceda o no con el Brexit. Algo que se espera sea ratificado por los respectivos congresos. Al final del día, los términos del divorcio de los británicos y los europeos continentales son un problema de las partes.
En el Foreign Office, por ejemplo, se destacaba que al dar este paso, Chile señaló un camino a seguir a otros países y de ahí el agradecimiento que se expresó a la delegación encabezada por el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, quien defendió el valor del libre comercio en tiempos de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y reveló el interés de las autoridades locales en el Acuerdo Transpacífico. Muy en la línea de la «Global Britain», en otra actividad relacionada, el secretario de Finanzas del Tesoro, Jesse Norman, pedía no olvidar que Londres ha sido a lo largo de últimos siglos y seguirá siendo un centro financiero mundial, no solo europeo.
Mientras en DSEI, la feria de defensa más grande de Europa, el jefe de la Armada Real, almirante Tony Radakin, al explicar sus prioridades ante asistentes de distintas partes del mundo, afirmó que tras el Brexit, una «Gran Bretaña global, necesitará una marina global», y que por lo mismo están aumentando su presencia en lugares como el Mar del Sur de China y el estrecho de Ormuz.
Incluso Johnson, al anunciar el jueves que astilleros Babcock se adjudicaron el contrato para construir las nuevas fragatas Tipo 31, dejó su tradicional tono provocador y difundió la decisión: «El Reino Unido es una nación insular que mira hacia afuera, y necesitamos una industria de construcción naval y una Royal Navy que refleje la importancia de los mares para nuestra seguridad y prosperidad». Eso sin contar los puestos de trabajo que crearán o las industrias locales que se verán beneficiadas.
Algunos escépticos acá advierten que países como Alemania y Francia también afirman tener una visión «global» y que mantenerse dentro de la UE no es un impedimento para eso. Otros, que ven más claro algún tipo de Brexit, estiman que Gran Bretaña está en un punto de inflexión que debe aprovechar para volver a acercarse a la angloesfera (Australia, Canadá, EE.UU. y Nueva Zelandia), revivir la Commonwealth y priorizar sus socios en distintas regiones (Chile y Brasil en Sudamérica, por ejemplo).
Como sea -porque no esta de moda hacer pronósticos en Londres-, el Reino Unido está dando estos días una nueva prueba de que los países sí pueden y deben construir una visión para proyectarse al mundo, superando cualquier polarización doméstica por más complicada que sea. Finalmente, el Brexit, con su accidentado desarrollo, ha obligado a esta nación a repensarse. Y «Global Britain» quiere ser ese salto hacia adelante.
Juan Pablo Toro V. es director Ejecutivo AthenaLab.
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