El gobierno del presidente ruso Vladimir Putin anunció la movilización parcial de 300.000 reservistas con experiencia militar, a la vez que advirtió que es capaz de emplear “todos los medios necesarios”, incluidas armas nucleares, para defender al país. Decretar una movilización de este tipo solo indica que Rusia se encuentra en una guerra abierta contra Ucrania y no en medio de una “operación militar especial”, como el Kremlin bautizó la invasión lanzada el 24 de febrero pasado. A continuación, un breve análisis.
MOVILIZACIÓN Rusia empleó unas 190.000 tropas en la invasión a Ucrania y admite públicamente la muerte de unos 6.000 soldados. Lo anterior, de ser cierto, difícilmente amerita una movilización como la anunciada por el Kremlin. Los ucranianos, en cambio, cifran las bajas enemigas sobre 50.000.
Si la actual ofensiva ucraniana para recuperar territorio ha demostrado el pobre desempeño de las tropas rusas en combate, obligando a Moscú a reclutar mercenarios, personas con antecedentes penales y hombres mayores, la diferencia que puedan hacer estos nuevos soldados está por verse.
No obstante, Rusia con una población de 144 millones tiene mucho margen para conseguir más combatientes. La reserva activa del país es de 25 millones. Por su parte, Ucrania cuenta con 44 millones de personas, pero se trata de todo un pueblo en armas en defensa de su país.
NUCLEAR No es primera vez que Putin enseña el sable nuclear para amedrentar a los países que ayudan a Ucrania, sobre todo los de Europa. De modo, que el respaldo a las fuerzas de Kiev solo sea en equipo militar e inteligencia, pero sin llegar a desplegar oficialmente tropas en terreno. Tampoco es claro que lo quieran hacer. Ahora bien, el hecho que el mandatario ruso precise que estas armas de destrucción masiva serían empleadas para proteger al país nos lleva al dilema de qué es o dónde termina Rusia para Putin.
REFERENDOS La idea de Moscú de realizar referendos en zonas de Ucrania ocupadas por tropas rusas para dar un baño de legitimidad a las anexiones no es nueva, ya que ocurrió en la península de Crimea tras el asalto de 2014. En su discurso del miércoles, el líder del Kremlin mencionó las regiones de Jersón, Lugansk, Donestk y Járkov. De realizarse los plebiscitos orquestados ahí y darse el resultado favorable, Putin podría considerarlos parte de la Federación Rusa y de ahí el peligro de su renovada amenaza de emplear “todos los medios a su disposición”.
ANTESALA DEL INVIERNO El anuncio de Putin coincide con el inicio del otoño del hemisferio norte, estación que obliga a apresurarse en las operaciones antes de la llegada del invierno, que en el pasado se ensañó con varios ejércitos europeos. Si la logística ha sido pobre en el curso de la actual campaña, con movimientos de material ruso muy limitado a la cercanía de líneas férreas, la llegada de 300.000 tropas difícilmente podrá darse de la noche a la mañana. Aparte de transportarlas, antes habrá que equiparlas y reentrenarlas. Desde ya, los restos del ejército ruso y sus prisioneros muestran el precario estado en que se encuentran. Según el ministro de Defensa ruso, Sergéi Shoigu, los nuevos soldados servirán para consolidar una línea de frente de 1.000 kilómetros, lo que equivale a reconocer la realidad de que no tiene la potencia de combate para avanzar. El invierno se viene encima y pronto, aunque para ambos bandos.
EFECTO INTERNO Si la intención de Putin era retomar la iniciativa tras la, hasta ahora, exitosa contraofensiva ucraniana que ha permitido recuperar miles de kilómetros cuadrados, esta vez tendrá que calibrar el impacto de una movilización. Reportes de distintos medios internacionales dan cuenta del estallido de algunas protestas pequeñas en contra del llamado a las armas y de jóvenes rusos saliendo por la frontera con Finlandia y la compra masiva de pasajes hacia destinos como Turquía. Eso explicaría que el Parlamento ruso haya endurecido las leyes contra los desertores.
En un ambiente donde los medios de comunicación están controlados, es difícil saber cómo será tomado el anuncio por una población que ya estaba sometida a sanciones, que la han desconectado con el mundo. No solo en materia comercial y financiera, sino también a nivel deportivo, cultural y turístico.
Según relatan los libros de Svetlana Alexiévich, “Los muchachos del zinc”, sobre la invasión rusa a Afganistán, y de Anna Politkovskaia, «Una guerra sucia”, sobre la campaña de Chechenia, existiría poca preocupación del alto mando ruso por sus tropas y las bajas son parte natural de un conflicto. Por eso, el cálculo de Putin podría ser que en una guerra de desgaste todo al final es una cuestión de números.
CONSIDERACIONES FINALES El grueso de los gobiernos occidentales ha interpretado la última maniobra de Putin como un gesto de desesperación y varios anunciaron que no reconocerán los resultados de los simulacros de referendos. La escalada es una nueva apuesta riesgosa de quien ha ido perdiendo la partida. Hacer una inyección adicional de tropas para que hagan más de lo mismo es una receta de fracaso. Por lo tanto, se debiera esperar un cambio de estrategia. Al anunciar una movilización parcial, la pregunta es qué detiene a Putin a la hora de llevar a Rusia hacia una guerra total.
Equipo AthenaLab
21 de septiembre de 2022
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