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COMENTARIO | Para los países latinoamericanos, la competencia geopolítica empieza en el mar
La región se enfrenta a la rivalidad entre las superpotencias que exige aspiraciones marítimas más activas y alianzas de defensa más amplias.
Durante la visita al puerto chileno de Valparaíso en noviembre de 2022, el vicealmirante de la Royal Navy UK y Second Sea Lord, Martin Connell, dio una conferencia sobre qué se necesita para ser una fuerza marítima moderna y altamente flexible. Frente a una audiencia que contaba con oficiales de marina de alto rango, en retiro y en servicio activo, Connell expuso sobre ser una potencia marítima a través de la “interoperabilidad”, los “multiplicadores de fuerza” y los “enfoques modulares”. En su presentación mostraba portaaviones, destructores de misiles teledirigidos y submarinos con potencia nuclear ingleses.
Si bien las capacidades militares y los avanzados buques en Latinoamérica están lejos de igualar a los del Reino Unido, el mensaje de Connell resonó en el salón. “El poder marítimo no se trata solo del tamaño de la flota, sino también de elegir sabia y cuidadosamente a los aliados”, señalaba mientras pasaba a hablar sobre armamento de punta como tecnologías invisibles (stealth), cibernéticas y de drones de alta gama.
El tiempo lo dirá, pero por ahora una de las mejores alternativas que tienen los países marítimos de América Latina (solo hay dos países sin salida al mar, Bolivia y Paraguay) en la competencia geopolítica, es apostar fuerte por la presencia marítima y construir alianzas de defensa con países de ideas afines. Esto debería ser una respuesta a los movimientos marítimos entre las potencias occidentales y orientales, que los Estados del hemisferio occidental no pueden ignorar. Si las palabras de Connell son tomadas en serio, podrían ayudar a impulsar una política marítima más activa para los Estados de la región que se extiende desde el Indo-Pacífico hasta el Atlántico Sur.
Aguas turbulentas a la vista
La llegada en enero de 2023 de la 86ª flota iraní -integrada por los buques de guerra Dena y Makran- que cruzó el Canal de Panamá y atracó en Río de Janeiro, hizo sonar las alarmas en toda la región, especialmente en el Comando Sur de EE. UU. (SOUTHCOM) con sede en Florida. Teherán afirmó que la flotilla estaba circunnavegando pacíficamente el mundo, pero el régimen ha forjado largas amistades con regímenes autoritarios locales, sobre todo con la diplomacia militar del gobierno venezolano, que actualmente se encuentra bajo fuertes sanciones de Estados Unidos y el Reino Unido.
Semanas antes, surgieron informaciones no confirmadas de que Beijing estaba considerando construir una base naval en Ushuaia, Argentina, lo que podría acercar al Ejército Popular de Liberación (EPL) a la Antártica y al Estrecho de Magallanes que conecta los océanos Atlántico y Pacífico. China ya tiene una antena militar en la Patagonia que utiliza para su programa espacial, con poca supervisión por parte del gobierno argentino. Una base adicional del EPL en el Atlántico Sur ayudaría a Beijing a crear una cadena de estaciones militares que podrían vincularse con su presencia extendida en el Golfo de Guinea en África.
Adicionalmente, la presencia de flotas pesqueras chinas -generalmente conformadas por cientos de barcos industriales- estacionadas frente a las Islas Galápagos en Ecuador, en las aguas cercanas a Chile en el Pacífico Sur o frente a las costas de Argentina en el Atlántico Sur, ha causado preocupación entre los gobiernos de la región dado el mal historial ambiental de China y la creciente evidencia de prácticas de pesca ilegal no declarada y no reglamentada.
A finales de 2020, por ejemplo, Chile, Colombia, Ecuador y Perú emitieron un comunicado conjunto desalentando la pesca ilegal en sus zonas económicas exclusivas, aunque evitaron señalar a las embarcaciones chinas. En respuesta, la Armada de Chile incrementó el control sobre las actividades pesqueras cerca de su jurisdicción costera utilizando embarcaciones clase OPV-80 y aeronaves de patrulla marítima P-3 Orion. A pesar de estos y otros esfuerzos, incluida la ayuda de la Guardia Costera de los EE. UU., la pesca ilegal sigue siendo desenfrenada en América Latina, y se extiende desde el Golfo de México hasta el Cabo de Hornos.
Las antiguas y nuevas incursiones de Irán y China en los mares de las Américas deberían reforzar la noción de que los países de tendencia occidental en la zona no pueden desatender la protección de su entorno marítimo estratégico. A cambio, el SOUTHCOM de EE. UU. está tratando activamente de evitar que las potencias antioccidentales utilicen ilegalmente las aguas territoriales, acusando a China, Rusia, Irán y Cuba de “interferencia y tráfico de influencias en la región”. El Pentágono ha aumentado su capacidad de ISR Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento (Intelligence, Surveillance and Reconnaissance) para las Américas, aunque sigue representando una porción muy pequeña de su capacidad de ISR global, que generalmente adopta la forma de una red de aviones espía, satélites y drones. Desafortunadamente, mucho de lo que sucede en el mar no se puede compartir con sus contrapartes en América Latina.
“La posición económica de China en América Latina está forzando a los países del Océano Pacífico a ver el Indo-Pacífico como una extensión natural de sus intereses y soberanía marítima”
Un alto oficial en retiro de uno de los países del Five Eyes (la alianza de inteligencia entre los EE. UU., el Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda) le dijo a este autor que gran parte de la inteligencia recopilada sobre movimientos hostiles en el mar sigue estando fuera del alcance de los Estados que comparten inteligencia con los miembros de Five Eyes ya que estos tienen canales de comunicación vulnerables que podrían comprometer información crítica, lo que llevaría a una posible confrontación.
Sin embargo, la actual supremacía marítima de Five Eyes no debería impedir nuevas alianzas de defensa en las Américas en torno a estrategias de desarrollo de capacidades en los cinco dominios: mar, tierra, aire, espacial y cibernético. Tales asociaciones son fundamentales considerando que China ya está intensificando sus planes para maximizar las capacidades de ISR en la región en áreas geográficas en donde se encuentran los diferentes teatros militares.
La pregunta que surge es cómo hacer del poder marítimo un elemento que ayude a construir políticas y coaliciones militares duraderas para los países latinoamericanos.
El juego geopolítico es, al final, una mezcla de capacidades de guerra y maniobras políticas estatales que necesita refinarse y reestructurarse constantemente. Como argumenta Alessio Patalano, existe una necesidad global de crear fluidez estratégica entre los gobiernos para conectar el uso del poder marítimo y, en última instancia, promover los intereses de la política exterior. Los países latinoamericanos deben tomar en serio este consejo.
Foco en la cuenca del Pacífico: prosperidad económica y dominio naval
La Cuenca del Pacífico es una zona fundamental para las Américas dadas las importantes relaciones comerciales con los países industrializados del Este, en particular con Japón y Corea del Sur, pero especialmente con China. Cualquier interrupción del comercio en el Indo-Pacífico afectaría severamente el comercio de Perú, Chile y Brasil, que exportan cantidades significativas de bienes a compradores chinos. Las relaciones de Beijing con estos países, a su vez, son ad-hoc y difieren de uno a otro, lo que plantea graves problemas para la integración de la política exterior en las Américas.
Por un lado, en Perú las inversiones chinas están muy arraigadas en la construcción de infraestructura crítica, como el megapuerto de Chancay, que aspira a convertirse en un hub regional desplazando a otros competidores. En Chile, por otro lado, las autoridades locales decidieron que el primer cable de fibra óptica que conectaría Sudamérica y la región de Asia-Pacífico (a través de Australia y Nueva Zelanda) tendría como punto final a Japón. China había presentado una propuesta para que la línea terminara en Shanghái, pero fue desestimada. Como informó Nikkei, «esta decisión se produce en medio de una campaña de presión de EE. UU. para mantener a China fuera de los proyectos de telecomunicaciones globales».
Iniciativas similares de que Huawei instale redes 5G en toda la región, han sido objeto de críticas por parte de EE. UU. Con todo, los planes del conglomerado chino para avanzar en la integración digital en América Latina van a toda máquina. A través de sus sedes regionales en México, Brasil y Chile, Huawei busca una estrategia de inversión y expansión en servicios móviles y en la nube.
En perspectiva, la posición económica de China en América Latina está forzando a los países del Océano Pacífico a ver el Indo-Pacífico como una extensión natural de sus intereses y soberanía marítima.
Un ejemplo empírico es el renovado Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP), un gran punto de inflexión para la geopolítica continental. El megabloque comercial muestra fuerza en sus números sin depender estratégicamente de China.
“Existe un claro riesgo de que América Latina retrase en varios años su proyección marítima, un factor diferencial que podría volverse irremediable frente a otras regiones del mundo en desarrollo”
El CPTPP comprende 11 países (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam) y está valorado en aproximadamente el 13% del PIB mundial. Países como Taiwán, Ecuador, China y el Reino Unido han solicitado formalmente unirse al acuerdo comercial, siendo este último el que tiene mayores probabilidades de ser aceptado.
En uno de los últimos documentos oficiales de política exterior del Reino Unido, el gobierno justificó la unión al bloque diciendo que podría significar que el 99,9% de las exportaciones del país fuesen idóneas para el comercio libre de aranceles con los miembros del CPTPP. Su adhesión podría transformarlos el segundo mayor exportador de servicios del mundo. El CPTPP, argumenta el documento, «va más allá en áreas de interés clave para el Reino Unido, con disposiciones avanzadas que facilitan el comercio digital, reglas modernas sobre datos que ayudarán al sector tecnológico de vanguardia del Reino Unido a globalizarse y permitirán que se abran más mercados de servicios financieros y profesionales”.
Uno de los objetivos de los miembros de CPTPP es integrar el comercio y los servicios digitales del Indo-Pacífico a las Américas para liberar otros sectores relacionados de sus economías, incluida la agricultura, la manufactura y la minería. Sin embargo, en el clima actual de competencia de las superpotencias, existe la preocupación de que la presencia de Beijing en el área comercial pueda generar serias dudas sobre las leyes de seguridad de datos y el subsidio de las industrias de alta tecnología a favor de los intereses chinos.
Probablemente a EE. UU. y sus aliados, como Canadá, Australia y Japón, les gustaría que China quedara fuera del acuerdo comercial y más marginado aún de la actividad económica marítima.
No obstante, el presidente Joe Biden no ha mostrado ninguna intención de unirse al CPTPP; por el contrario, su administración lanzó el Marco Económico del Indo-Pacífico para la Prosperidad en mayo de 2022 con otros 13 países, ninguno de América Latina. A diferencia del expresidente Barack Obama que vio en el bloque comercial transpacífico una forma de restaurar el liderazgo estadounidense en las Américas, Biden ha perdido una gran oportunidad aquí.
El camino a seguir
Otras dos regiones que tienen implicancias diplomáticas, científicas y ambientales relativamente importantes para los Estados de la región son el Atlántico Sur, incluido el reclamo territorial argentino sobre las Islas Malvinas/Falkland, y la Antártica, especialmente en cuanto a la próxima revisión de su tratado de gobernanza. Estas regiones son tan importantes para los países del Hemisferio Occidental como la Cuenca del Pacífico, pero son menos ricas económicamente por lo que reciben menos atención. En este panorama falta un enfoque de gobierno integral donde el desarrollo sostenible se encuentra con las agendas de política exterior y de defensa.
Las políticas paralelas en el ámbito marítimo deberían tener en cuenta dónde se superponen los elementos clave de las políticas estatales, incluidas las necesidades humanitarias, de desarrollo, culturales y de seguridad, para definir un camino claro a seguir. Mientras tanto, la geopolítica de América Latina marcada por una gobernanza política deficiente en los países andinos y una polarización extrema en Brasil -entre otros puntos críticos- los países industrializados se apresuran a expandir sus jurisdicciones marítimas en busca de proyección del poder y de aliados ingeniosos. Existe un claro riesgo de que América Latina retrase en varios años su proyección marítima, un factor diferencial que podría volverse irremediable frente a otras regiones en desarrollo.
Como aconsejó el vicealmirante Connell, los países latinoamericanos deben adaptarse a la geopolítica del siglo XXI, ser flexibles en sus enfoques sobre el poder marítimo y buscar alianzas para abordar de forma independiente, pero no por separado, los problemas de seguridad global.
Dr. Carlos Solar
Senior Research Fellow RUSI
31 de enero 2023
*Este comentario fue publicado originalmente en la página web del Royal United Services Institute (RUSI) y traducido por AthenaLab con la autorización del autor.
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