Comentarios y Análisis
ANÁLISIS | El momento electoral latinoamericano en el segundo semestre de 2025

1. Introducción: características generales de las elecciones
América Latina vivirá en el segundo semestre de 2025 tres elecciones presidenciales y locales y legislativas en Argentina. También es posible una consulta popular en Colombia. Eligen presidente y parlamentarios en Bolivia en agosto, en Honduras en noviembre y en Chile en noviembre/diciembre. La intensidad electoral añade incertidumbre político-institucional al complejo panorama existente. La mayoría son elecciones polarizadas y con propuestas muchas veces incompatibles. En este contexto emergen gobiernos en minoría y legislativos fragmentados, lo que dificulta los consensos para impulsar reformas estructurales.
Figura 1. Elecciones en América Latina, primer semestre de 2025

Fuente: elaboración propia.
Figura 2. Elecciones en América Latina, segundo semestre de 2025


Fuente: elaboración propia.
También habrá un ambiente preelectoral en aquellos países con presidenciales y legislativas en 2026: Perú, Costa Rica, Brasil y Colombia, además de Nicaragua. Es un calendario intenso que, más allá de las especificidades nacionales, presenta tres características comunes: fragmentación partidista, polarización y emergencia de candidatos con un discurso trumpista o bukelista (o ambos combinados).
La fragmentación afecta a las oposiciones y a los oficialismos, de izquierda o de derecha, aumentando la imprevisibilidad de los resultados y cuestionando, tras Ecuador, una teórica tendencia regional hacia la derecha. La ventaja inicial de la derecha en Bolivia, Chile y Honduras se equilibra, especialmente en los países andinos, por su desunión. En Chile hay tres grandes tendencias (centro-derecha, ultraconservadores y derecha libertaria), mientras en Bolivia la fragmentación es mayor, con cinco candidatos antimasistas, que van del centro a la derecha trumpista. Esto abre el abanico de posibilidades, sin excluir posibles triunfos del oficialismo de izquierda en los tres países.
A la fragmentación partidaria se añade la polarización política, lo que supera a América Latina. El estancamiento económico frustra las expectativas de mejora personal e intergeneracional. La región entraría, según la CEPAL, en su tercera década perdida, la segunda consecutiva tras 2014-2023. Tal frustración inclina a la ciudadanía hacia opciones rupturistas en los extremos del sistema, que incentivan la polarización, atacan el statu quo y plantean propuestas incompatibles con el diálogo.
La polarización favorece candidaturas iliberales, como la mano dura contra la inseguridad (bukelismo) o el giro ultraconservador (trumpismo). Estas propuestas se ven favorecidas por un viento a favor de quienes exhiben victorias sectoriales: Javier Milei en economía, Bukele en seguridad y Trump en su cruzada contra la elite política y el “wokismo”. Bukelismo, trumpismo y mileísmo están de moda y se han convertido en una tendencia regional, como lo fue el chavismo y el “socialismo del siglo XXI” entre 2005 y 2015.
2. Bolivia (17 de agosto)
Las elecciones bolivianas del 17 de agosto apuntan al fin de la hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), la única fuerza con implantación nacional, que ha gobernado casi ininterrumpidamente entre 2006 y 2025. La experiencia se ha agotado tras sus reiteradas victorias en 2005, 2009, 2014 y 2020. Tres causas, que se retroalimentan, lo explican: el fin del liderazgo de Evo Morales, la división del masismo y la crisis económica.
El liderazgo carismático de Morales (2006-2019) es contestado desde dentro del MAS, que finalmente ha abandonado. El MAS, una laxa coalición de movimientos sociales, se ha partido en tres. El caudillismo de Morales se quebró tras romper con el presidente Luis Arce, a quien había ungido como sucesor. Desde su bastión cocalero del Chapare lo boicoteó durante todo su mandato y allí se refugió, protegido por los suyos, cuando fue acusado de estupro. Desde el Chapare sigue movilizando a sus partidarios para ser inscrito como candidato, pese a que el Tribunal Constitucional se lo impide. Fuera del MAS, Morales ha tratado de forzar, mediante movilizaciones, el marco jurídico-constitucional. Finalmente, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) canceló la personalidad jurídica de la organización política con la que pretendía buscar la presidencia a la vez que autorizó al partido del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, el Movimiento Tercer Sistema (MTS) para que participe en las próximas elecciones.
La figura de Andrónico Rodríguez, el joven presidente del Senado, con serias opciones de futuro, ha emergido en medio del duelo Arce-Morales. Rodríguez podría impulsar un evismo sin Morales (siempre se lo consideró su delfín), o bien la renovación del evismo o del masismo. Su pragmatismo lo convierte en un posible referente de unidad de la izquierda, de los movimientos sociales y del evismo. Rodríguez impulsa su candidatura al margen de Morales y del candidato del MAS, que finalmente no será Arce, tras renunciar a serlo por su bajo apoyo social. Será Eduardo del Castillo, ex ministro del Interior de Arce y un duro antievista.
Figura 3. Candidatos de las izquierdas en Bolivia

Fuente: elaboración propia.
La fragmentación del MAS y la situación socioeconómica es una oportunidad para la oposición de derechas, que, tras fracasar los intentos de unidad, se dividió en cuatro coaliciones. El que por ahora encabeza las encuestas es el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga (2001-2002), a quien apoyan líderes y dirigentes de derecha del departamento de Santa Cruz. Su principal rival es el empresario Samuel Doria Medina quien cuenta con el respaldo de políticos y exparlamentarios de centro así como del ex gobernador de derecha de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, preso desde 2022 en una cárcel de alta seguridad. Por detrás de ellos se encuentran un viejo representante de la política tradicional boliviana como Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, y Jaime Dunn, ex operador de la Bolsa de Nueva York, de estilo mileista. Tras ellos va el outsider de turno y presidente del club deportivo San José, Pablo Rodríguez, que lleva como candidato a vicepresidente al analista liberal Antonio Saravia. Más en el centro está el alcalde de Santa Cruz, Jhonny Fernández, quien ve con buenos ojos un acercamiento a Rodríguez, y el senador Rodrigo Paz, hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora (1989-1993).
Figura 4. Candidatos de las derechas en Bolivia


Fuente: elaboración propia.
El ocaso del milagro económico boliviano, liderado por Arce cuando fue ministro de Economía de Morales entre 2006 y 2019, ha profundizado la fragmentación y la polarización. Gane quien gane, encontrará un panorama político crispado, con complejos desafíos económicos, como realizar un profundo ajuste, convertir el déficit primario en superávit, devaluar el tipo de cambio oficial y abrir espacios para la inversión privada. El gobierno debería reducir el sector público, la inversión pública ineficiente y los subsidios a la energía.
Bolivia, que hace una década fuera ejemplo de crecimiento económico y estabilidad para el FMI, atraviesa hoy una grave crisis económica. Tras 15 años con el mismo tipo de cambio, se encuentra sin reservas de divisas. Está al borde de una crisis monetaria. Como ha advertido el FMI, el país se encuentra en una situación insostenible, con una inflación superior al 15% en 2025 y 2026 y una deuda pública en torno al 95% del PIB. La producción de gas natural y petróleo, principales fuentes de ingresos, cayó un 13% entre 2014 y 2023 y la contribución del sector energético al PIB bajó un 40% en los últimos años. El déficit fiscal rondará el 11% del PIB en 2025 y llegará al 13% en 2026. Con una deuda próxima al 98% del PIB, el país no tiene acceso al crédito externo.
Los gobiernos de Morales y de Arce no quisieron aplicar reformar estructurales para no socavar sus apoyos y no impulsaron políticas fiscales prudentes durante la bonanza, que hubieran requerido una reforma tributaria y ajustes del gasto público. Por el contrario, mantuvieron un elevado déficit público (7,3% del PIB en 2022), financiado por el Banco Central. Se agotaron las reservas internacionales, se racionaron las divisas y apareció con fuerza el mercado negro. Moody’s rebajó la calificación de la deuda de Caa3 a Ca, lo que elevó el riesgo de crisis de la balanza de pagos y un posible default. En este escenario, el gobierno debe decidir entre destinar sus escasos dólares a pagar los intereses de la deuda externa o cubrir las importaciones esenciales, especialmente combustible, mientras persiste la paridad fija con el dólar. En diciembre de 2024 las reservas de divisas apenas llegaron a 50 millones de dólares, menos del 1% del PIB, frente a los 13.200 millones disponibles 10 años antes. A esto se suma la penetración del narcotráfico, especialmente el brasileño Primer Comando de la Capital (PCC). El tema deberá ser afrontado por el futuro gobierno, sin mayoría en la Asamblea y en medio de una creciente polarización.
Las encuestas, como la de Ipsos, todavía son meramente orientativas, pero muestran tres dinámicas. Primero, el bloque de derecha (tomado en su conjunto) es mayoritario, cerca del 51%, frente a las diferentes facciones del MAS, que tradicionalmente superaban el 50% y ahora apenas llegan al 22%. Segundo, dentro de una gran fragmentación del voto, ningún candidato supera el 20%, destacando los derechistas Doria Medina, 19,1%, y Quiroga, 18,4%. Tercero, en la izquierda sobresale Rodríguez, 14,2%, seguido de Fernández, 3,7%, del Castillo, 2,5% y Eva Copa, 1,7%.
Todo apunta a una segunda vuelta, que podría darse entre dos candidatos de derecha, uno más conservador, Quiroga, y otro más centrista, Doria Medina, o entre uno de ellos y Rodríguez, por su capacidad de concentrar el voto propio, el del “evismo sin Evo” y de parte del masismo. Una vez que el Tribunal Electoral le ha permitido participar su principal problema se encuentra en que difícilmente ganará en primera vuelta y en el balotaje puede toparse con el voto unificado de la derecha. Esto obligará al futuro gobierno a pactar en un ambiente de viejas rencillas internas, tanto en la izquierda como en la derecha, donde las animadversiones personales han impedido presentar candidaturas unitarias.
3. Honduras (30 de noviembre)
Honduras acude a las urnas tras 12 años de gobierno del Partido Nacional (PN), 2010-2022, y cuatro del zelayismo, 2022-2026. Juan Orlando Hernández, presidente entre 2014 y 2022, acabó detenido y extraditado a EEUU por sus vínculos con el narcotráfico. Este profundo deterioro institucional permitió al Partido Libre poner fin a más de un siglo de predominio de los dos partidos históricos, el Partido Liberal (PL) –golpeado por la escisión del zelayismo– y el PN. Libre es una coalición de izquierda liderada por el ex presidente Manuel Zelaya, desalojado del poder en 2009, tras abandonar el PL para aliarse con el chavismo a cambio de petróleo subvencionado. Libre, pese a su discurso renovador y progresista, ha estado manejado de forma personalista por Zelaya quien impuso a su esposa, Xiomara Castro, como candidata. Su gobierno ha sido decepcionante en materia de democratización, lucha contra la inseguridad y penetración del narcotráfico, así como en impulsar el crecimiento con desarrollo social.
Tras las internas partidarias, los tres principales candidatos serán Rixi Moncada, de Libre y ex ministra de Defensa, Salvador Nasralla (PL) y Nasry Asfura (PN). Las elecciones serán una pugna polarizada entre el zelayismo y Nasralla, una figura con carisma y mensajes trumpistas/bukelistas. Su discurso anticasta y populista es una constante desde que lideró el Partido Anticorrupción (2011 a 2017). Su caudillismo se tradujo en la creación, en 2019, del Partido Salvador de Honduras, donde al jugar con su nombre mostraba su apuesta personalista y mesiánica. Se perfila como favorito para ganar unas elecciones, que en el caso de serles desfavorables podrían desembocar en una crisis institucional ya que denunciaría el fraude de sus antiguos aliados políticos. De hecho, ya ha denunciado que el gobierno está tratando de inhabilitarlo y que figuras cercanas a Libre tratan de anular su candidatura. Nasralla, mostrando su pragmatismo ideológico, fue en coalición con Libre en 2021 y fue vicepresidente hasta que rompió con el zelayismo y con Castro en 2023-2024. Pero las elecciones son a una sola vuelta y las encuestas reparten las preferencias entre los tres. Cualquiera podría ganar. Las últimas mediciones sitúan a Nasralla con el 25% de intención de voto, Asfura con el 21% y Moncada con el 16%, y un 37% de indecisos. Una situación de alta incertidumbre, que pronostica un legislativo fragmentado y sin mayoría.
Nasralla, ex periodista deportivo, lo que lo lanzó a la fama, fue tres veces candidato presidencial y se impuso en las internas del PL pese a no ser del partido. Logró un acuerdo con los caudillos y rivales liberales, que lo apoyaron más por pragmatismo que por convencimiento, como una forma de propiciar la vuelta al poder del que fuera a lo largo del siglo XX un partido hegemónico. Han sido 16 años de travesía del desierto y una herida no sanada tras la división zelayista. La Convención del PL fue el ejemplo de un partido lanzado en brazos de un líder carismático, ajeno a la tradición liberal, para recuperar la presidencia. El propio Nasralla, apeló a los viejos mitos del partido (Francisco Morazán) y al nacionalismo: “El partido liberal no necesita más adornos ni más discursos vacíos. Necesita valientes. Gente que se levante como Morazán… Esta patria no se vende. Esta bandera no se arrodilla”.
La victoria de Nasralla, que se perfila como probable, acercará el país a EEUU ya que comparte con Trump ideas y estilo político, mientras que la victoria de Moncada, tutelada por Zelaya, mantendría la poca sintonía existente con la Casa Blanca. Fuera de la ecuación queda el PN, con su candidato Nasry Asfura, ex alcalde de Tegucigalpa, golpeado y deslegitimado desde la detención de Hernández, su extradición a EEUU y su condena a 45 años de prisión por narcotráfico.
4. Chile (16 de noviembre)
Chile, más allá del resultado de las internas de junio, acudirá a las urnas rodeado de una creciente fragmentación partidaria, polarización y candidatos rupturistas. El gobierno de Gabriel Boric ha entrado en el último año de mandato, herido políticamente por no haber logrado aprobar la nueva Constitución, sobre todo en 2022 cuando la izquierda tenía mayoría en la Constituyente. Boric, según la Encuesta CADEM de mayo, acaba su mandato estancado en niveles de aprobación que promedian el 31%, debido a una fuerte ofensiva mediática y de la derecha, apoyada en el malestar ciudadano por el bajo crecimiento económico y la inseguridad.
Tras las elecciones presidenciales del 16 de noviembre, todo apunta a una segunda vuelta el 14 de diciembre. Las derechas irán con tres candidatos. El centro-derecha (Unión Demócrata Independiente –UDI–, Renovación Nacional –RN– y Evópoli) apoya a Evelyn Mathei, a la cabeza de las encuestas, con entre el 17% y el 20%. El candidato ultraconservador, Juan Antonio Kast, y el líder libertario, Johannes Kaiser, aspirante a ser el Milei chileno, son el segundo y tercero más respaldados. En las últimas semanas Kast ha subido a expensas de Kaiser y Matthei, empatando con ésta última. Matthei ha sido penalizada por errores propios en la campaña. Su estrategia para no perder votos por su derecha, hacia Káiser y Kast, le ha llevado a defender políticas de mano dura contra la inmigración y la inseguridad. El último giro en esa dinámica fue justificar el golpe de Pinochet: “Era necesario. Si no, nos íbamos derechito a Cuba. No había otra alternativa”. Si bien trató de enmendarse resaltando su postura en contra de la violación de los Derechos Humanos, sus declaraciones molestaron a Evópoli, el sector más centrista de su coalición. También la pueden haber alejado del voto más centrista e incluso el de la izquierda en una eventual segunda vuelta entre ella y Kast, sin conseguir avanzar entre los sectores más conservadores que prefieren las propuestas del republicano.
También la ha castigado su imagen de política tradicional, lleva en activo desde los años 90, y por su mal manejo un candidato único de derecha. El centro-derecha, temiendo dejar la iniciativa política a la izquierda durante las primarias, trató de impulsar su propia interna, pese a que los tres partidos que integran el bloque ya se habían pronunciado por Matthei.
En el oficialismo, la dos veces presidenta Michelle Bachelet renunció a ser candidata. Celebrará internas con la participación de Jeannette Jara, del Partido Comunista (PC) y ex ministra de Trabajo de Boric, Gonzalo Winter, diputado del Frente Amplio (FA), y Jaime Mulet, de la Federación Regionalista Verde Social (FRVS). Sin embargo, la favorita es la ex ministra del Interior, Carolina Tohá, lastrada por su imagen continuista y con dificultades para remontar en las encuestas. Su apuesta es concentrar todo el voto de la izquierda. Un triunfo de Tohá en las internas no garantizaría la unidad, ya que algunos sectores, como los comunistas, aspiran a cambios más profundos tras la experiencia de Boric. Por fuera, Marco Enríquez-Ominami (ME-O) se presenta como candidato por quinta vez. Su expectativa pasa por robar votos a la probable ganadora de las internas, Tohá, y atraer el voto antisistema. La reciente iniciativa de Boric sobre la despenalización del aborto busca acabar su mandato dejando una herencia reformista exitosa, además de la reforma de las pensiones, tras los muchos fracasos acumulados.
El resultado final dependerá de los dos candidatos que pasen a la segunda vuelta y si Matthei será uno de ellos. A priori podría ser la más beneficiada en el balotaje, pero esto dependerá de si es capaz de recuperar el impulso de su campaña y reconectar con los votantes de centro-derecha y derecha. Su lema de campaña resume su apelación a los viejos valores de la derecha tradicional (“orden y progreso”) con el intento de movilizar a un electorado descontento (“esperanza”).
Si su rival está muy escorado a la derecha (Kast o Kaiser) podría aglutinar el voto de la izquierda, pero sus comentarios sobre la dictadura pueden penalizarla. En el caso de que se enfrentara con Tohá, quien sigue sin remontar, podría recibir buena parte del voto de Kast y Kaiser. La ironía es que Matthei es la favorita para imponerse en segunda vuelta, pero, para ello, debe llegar al balotaje, ya que, de momento, se impone por muy poco a Kast y podría ver como un candidato de la izquierda acabara superándola. Por ahora la encuesta de CADEM coloca a Matthei y Kast muy igualados. La candidata de Chile Vamos llega al 19%, seguida de Kast con el 16% y Tohá con el 8%. Jara alcanza a Kaiser con el 7% en la tercera posición. Luego se sitúan Franco Parisi con el 6% y Gonzalo Winter con el 3%. Tras las internas los votos de Jara y Winter, en teoría, deberían ir a Tohá. El desafío del candidato que se imponga será gobernar con un parlamento fragmentado, con una derecha que posiblemente sea mayoritaria y con una representación republicana (Kast) importante.
5. Legislativas y provinciales en Argentina: la provincia de Buenos Aires
El segundo semestre electoral ha comenzado con un terremoto político que no por previsto deja de ser decisivo para la reconfiguración del panorama nacional: la Corte Suprema confirmó la condena de seis años de prisión por corrupción para la ex presidenta y líder del Partido Justicialista (PJ), Cristina Kirchner, a la que inhabilita a perpetuidad para ejercer cargos públicos. Kirchner, que fracasó en su apelación ante la Corte, cumplirá la pena en su domicilio, al superar los 70 años (tiene 72). La sentencia la aparta de la carrera electoral, aspiraba a ser diputada en la legislatura de la provincia de Buenos Aires, debilita sensiblemente su liderazgo dentro del peronismo.
Durante 2025, 13 de las 24 provincias argentinas renovarán la mitad de sus legislaturas. También se elegirá gobernador en Corrientes y Santiago del Estero. De todas ellas, las más trascendentes por sus repercusiones políticas serán las de la provincia de Buenos Aires, a celebrarse el 7 de septiembre. Es un proceso escalonado, ya que algunas provincias han decidido separar sus elecciones de las nacionales. Hasta ahora han votado en Santa Fe, Salta, San Luis, Jujuy, Chaco y la Ciudad de Buenos Aires. Una nota común a todas ellas ha sido la baja participación, que comienza a emerger como un grave problema para la política argentina.
La fragmentación que se da en el espectro del centro-derecha (Coalición Cívica, UCR, PRO y La Libertad Avanza –LLA–) se produce también en el peronismo/kirchnerismo, agudizada tras la condena de Kirchner. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, ha pasado de ser uno de los posibles herederos del kirchnerismo a desafiar su dominio en el PJ. Los éxitos de Milei condenan a sus dos principales facciones a concurrir unidas a las elecciones, aunque las diferencias permanezcan. La provincia es el principal escenario de confrontación, donde se juega el futuro del peronismo y, muy especialmente, el liderazgo de Kirchner, quien buscaba mostrar su poder presentándose como candidata a diputada provincial. Su condena le impide consolidarse como futura rival de Milei y blindarse ante sus problemas judiciales. Si bien Kicillof juega un papel clave en la posible defenestración de Kirchner, también hay otros dirigentes que aspiran al control del PJ, entre ellos el excandidato presidencial Sergio Massa. Si bien la ex presidenta ha sido condenada e inhabilitada intentará mantener su poder y control sobre el peronismo más allá de las dificultades. Como mostró en otras oportunidades, nunca se la puede dar por muerta.
En las legislativas de octubre hay varios elementos en juego. Primero, la confirmación de la definitiva hegemonía del partido del presidente, LLA, sobre el PRO de Mauricio Macri y, por ende, sobre el centro y la derecha. Tras las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, en mayo, donde el mileísmo dobló en votos al macrismo en su bastión electoral, el objetivo del presidente es reforzar su hegemonía en todo el país. Milei quiere destruir el macrismo, sea por absorción, sometimiento o aplastamiento. Para extender al resto del país lo obtenido en la Capital, LLA debe confirmarse como un partido nacional, difícil porque le faltan estructuras en el interior. Todo apunta a que Milei mejorará sus resultados de 2023 y tendrá una bancada mayor en la Cámara de Diputados. Pero seguirá lejos de tener la mayoría en solitario y necesitará pactar con la “casta”, igual que hasta ahora. El partido de Macri ha entrado en franca decadencia y sólo podría salvarse recuperando una parte importante del caudal de votos perdidos. El PRO ha decidido aguantar el chaparrón y participar en coalición en las elecciones de septiembre en la provincia de Buenos Aires, donde Milei necesita los votos de radicales y macristas.
Los éxitos económicos del gobierno le garantizan a Milei un gran impulso electoral, similar al de Carlos Menem en las elecciones de medio término de 1993 y a Néstor Kirchner en 2005 cuando se deshizo de Eduardo Duhalde. En ellas se cimentaron las largas hegemonías del menemismo (1989-1999) y del kirchnerismo (2003-2015). Si gana en 2025, Milei podría construir una nueva polaridad entre mileístas y antimileístas. Sería el renacimiento de la “grieta” que divide al país y a la sociedad. Son sólo unas elecciones legislativas nacionales, pero tendrán la capacidad de diseñar el mapa político-partidista para las presidenciales de 2027, quizá menos fragmentado, pero sin duda altamente polarizado.
Conclusiones
Las tres elecciones presidenciales del segundo semestre de 2025 –y las legislativas argentinas– profundizarán algunas tendencias electorales de las últimas décadas. También serán un triple desafío para las instituciones democráticas: acentuará la crisis de representación que lleva a la fragmentación partidaria, creará una elevada polarización –que destruye la convivencia e impide acuerdos–, y finalmente intensificará los mensajes trumpistas/bukelistas, con desprecio a la institucionalidad y convirtiendo al adversario en enemigo. Estas tres dinámicas se interrelacionan y retroalimentan. La fragmentación nace de la frustración social ante el fracaso de los viejos partidos y liderazgos. La polarización da votos a las nuevas divisiones y subdivisiones partidarias.
De las cuatro elecciones la más preocupante es la de Bolivia, un posible foco de inestabilidad regional, una bomba de tiempo económica, social y política. La primera vuelta será una especie de interna en la derecha (un duelo entre Quiroga y Doria Medina) y en la izquierda consagraría a Rodríguez como su nuevo líder. En la segunda vuelta, la derecha parte como favorita, pero Rodríguez, heredero y quizá enterrador de Morales, puede tender puentes a un lado y al otro como demuestra la posible renuncia de Fernández a su candidatura para respaldarlo. Los problemas macroeconómicos, no sólo de deuda, sino también fiscales, monetarios, comerciales y cambiarios, y el estancamiento obligarán al próximo gobierno a llevar a cabo un profundo ajuste, en medio del malestar social, debilidad institucional y sectores políticos y sociales movilizados. Esta situación puede exceder las capacidades de los posibles vencedores: tanto de la derecha que desea borrar al evismo, y la de Rodríguez, con habilidad negociadora, pero acosado a derecha e izquierda.
En Chile, la consolidación de dos figuras con marcados tintes continuistas como Matthei en el centro-derecha y Tohá en el centro-izquierda va a posibilitar que el mensaje de cambio sea capitalizado por otras figuras situadas en los extremos, como Kast o Franco Parisi. Matthei es la favorita pese a estar evidenciando graves problemas de liderazgo al interior de su coalición y de llegada al electorado. La penaliza estar en política desde hace casi 40 años, como a Tohá encarnar un doble continuismo como figura de la vieja Concertación y una de las ministras más importantes de Boric. La última encuesta de Plaza Pública Cadem, del 8 de junio, confirma esta dinámica: Kast supera por primera vez a Matthei por un punto de diferencia (17% y 16%) y Jara aventaja a Tohá por la misma diferencia (8% y 7%).
Nasralla es el gran favorito para ganar en Honduras ante el desgaste del oficialismo y la crisis del PN. Pero un gobierno de Nasralla tensionará el sistema político. Muy al estilo de Rodrigo Chaves en Costa Rica, Nasralla entrará pronto en colisión con los poderes legislativo y judicial y hasta con sectores del Partido Liberal que le apoya. El estilo de Nasralla es autoritario, demagógico y polarizante.
En Argentina, los comicios legislativos y en la provincia de Buenos Aires trasmiten aroma de fin de época: la decadencia de viejos liderazgos (Kirchner en el PJ y Macri en el PRO), la consolidación del mileísmo y el ascenso de nuevos, y no tanto, liderazgos en el peronismo en torno a Kicillof y de algunas figuras del interior del país. Una época de transición, en medio del profundo cambio de la matriz económica y sin claras mayorías para un Milei poco dispuesto a transar de igual a igual con el resto de las fuerzas. Se viene una época en la que lo viejo aún no habrá desaparecido: el macrismo seguirá teniendo alguna capacidad de negociación y el kirchnerismo tratará de sobrevivir apoyado en sus bastiones electorales de la provincia de Buenos Aires. Los seguidores de Milei desean articular –engullendo– a todo el espectro político que va del centro a la derecha. Y Kicillof aspira a acabar con Kirchner como líder del justicialismo, algo que la condena de la ex presidenta puede favorecer y acelerar.
Carlos Malamud y Rogelio Núñez Castellano
12 de junio de 2025
Republicado con autorización del Real Instituto Elcano. Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor y no representan las del Real Instituto Elcano ni las de ninguna otra institución.
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